domingo, 4 de marzo de 2007

Domingo triste

Hoy es un día triste, un domingo triste, debería estar prohibido que cualquier hecho capaz de producirnos tristeza se produjese en domingo. Los domingos deberían ser siempre nuestros y ser fielmente sumisos a nuestras ilusiones y deseos. Pero no es así. La tristeza no pide hora. Ayer alguien se marchó para siempre. Dicen que fue una gran persona y debe ser cierto: la mirada limpia y las ganas de vivir y ayudar a vivir de sus seres queridos parece empeñarse en demostrárnoslo. Era para mí una total desconocida; hasta esta misma mañana, cuando ya no estaba entre los suyos, yo nunca había tenido antes conciencia de su existencia. Nunca me han gustado las despedidas, y menos cuando no son un hasta algún día. Los funerales son unos de los acontecimientos sociales para mí más detestables, me inundan durante demasiado tiempo de desesperanza y de tristeza. Durante mucho tiempo he tratado de evitarlos. Hoy ya no, no hace mucho y en muy poco también se me marcharon, de uno u otro modo, algunos de mis seres más queridos, y estoy aprendiendo a enfrentarme a ello. Así que hoy, aunque no creo que nadie hubiera notado mi ausencia, he ido a despedir a Concepción, he abrazado mi dolor al dolor de Manolo, al de Marcos, al del que fue su compañero en la vida… ¡que profunda tristeza en su mirada!, a pesar de la aparente entereza. No, nadie hubiera notado mi ausencia, pero, en cambio, sí hubieron quienes agradecieron mi presencia, al mirarme con ojos tristes y ver en los míos reflejada su tristeza; tristeza que era también mi tristeza. Hoy es un día triste, un domingo triste. Mañana deberá continuar la vida. Y ya también por Concepción, para que algo de ella permanezca, habremos de seguir luchando. Aunque algunos ya no puedan evitar llevar para siempre sobre sus espaldas el dolor ocasionado por su pérdida. Buen viaje, Concepción. Ojalá un más allá de algún modo te espere.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Una vez que has tenido cerca la muerte repentina de familia cercana -y la tuya misma- tomas, realmente, conciencia de la fragilidad de la vida, de su capacidad de ser sorpresiva, de que la distancia entre una y otra es ninguna, un hilo tan sutil que se puede romper en cualquier momento, en cualquiera.
La única aspiración que tengo para cuando esté muerta es dejar un buen recuerdo en quienes me trataron, solo eso y ¡es tanto!
Disfruta la vida. PAQUITA

Anónimo dijo...

Tampoco la conocí personalmente, pero por lo que he podido hoy oir y leer debió ser una mujer extraordinaria, sobre todo util y comprometida. Sus hijos, alos que bien conocemos y queremos, no me cabe duda serán su reflejo.
Hoy no me apetecen ni los vinos ni los besos, los siento.