domingo, 11 de marzo de 2007

La insoportable levedad del no ser

Y a mí –decid- ¿qué me obliga a depender de este absurdo pulmón de acero que me hace respirar sin esperanzas atado a las horas muertas? ¿Por qué no arrancar de un tirón el drenaje que no deja que me ahogue con mis lágrimas? ¿Qué me exige soportar esta amarga tetraplejia de emociones? ¿Es que acaso no resultan suficientes estas pústulas del alma como causa justificativa de misericordia? ¡Por qué, por qué, por qué!, ¿qué ha de impedir que me abandone? ¿Es que podrá ser mayor el dolor de los que deje que la angustia de estas llagas de vacío? ¿Qué sentido tiene ya arrastrarme sobre el cieno de este gélido cadalso de pasiones destripadas? ¿Es que no he perdido para siempre el aroma de la voz y la palabra? ¿Es que no han quedado ciegas ya mis pupilas de silencio? ¿Puede haber algo acechando más oscuro que esta noche desgarrada sin tacto ni conciencia? ¿Es que no he vomitado ya suficiente estiércol, suficientes rendiciones, suficiente bilis negra? ¿Por qué seguir tragando el resquemor de tanto odio, de tanto miedo, de tanta sonrisa muerta, de tanta nausea repulsiva y putrefacta, de tanto pretérito inexistente, de tanto desamor propio, de tanta lluvia en la ventana? ¿Hasta cuándo podré resistirme a caer en la demencia, hasta cuándo? ¿Qué ha de ser de mí, eh, qué ha de ser de mí? ¿A qué tanta soledad, tanto masticar tierra, tanto grito quebrado en la garganta, tantos cristales rotos, tanto pavor atravesado en las ingles? ¡Basta, basta, basta! ¡Piedad, piedad, os lo ruego!, que ya no puedo más con tanto peso.

(No es tanto la ausencia, como el silencio clavado en mi vientre -con saña que desconoces-, lo que me abisma en el pozo sin luna de las impiedades).

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Visto y leído ¿creído? ¿?
PAQUITA

Anónimo dijo...

Yo ya no sé lo que creer y no creer, Paquita, como sabes, he perdido la fe.

Abrazos.