lunes, 30 de abril de 2007

El bello y la bestia

Ella, en correspondencia con su condición de princesa, era muy conservadora. Así que, cuando vio al durmiente tan bello, prefirió que permaneciese así para siempre en su memoria.

Le cadavre exquis

---------------------------------- Le cadavre exquis boira le vin nouveau.

Hoy me propuse escribir
Un poema sin sentido,
Unos versos de los dedos transitando
Sin bitácora el teclado, que, abstraídos
Y alienados de la mente, caven tumbas
Que sepulten tanto recuerdo marchito;
De preguntas que no esperan su respuesta
Y respuestas al azar sin compromiso.
Arrancar de las paredes descarnadas
Unos versos que descifren lo vivido,
Y matar a la conciencia de un zarpazo
Adorando su cadáver exquisito;
Un cadáver que destripe la memoria
Y me invista con las galas del olvido,
Un espectro que ululando ponga en fuga
Los fantasmas del pasado que maldigo.
Pero jugar a este juego
No es fácil solo y vencido;
Y he escrito sombras,
Y he escrito vida,
Y he escrito amor,
Y he escrito sueños,
Alas, perros, mármol, viento,
Aullidos de gato negro,
Apetito de Leteo,
Y albañales de cemento;
Y la cruda realidad,
Con su espanto y desaliento,
No ha dejado de aflorar,
Desde el fondo, con mis versos,
Y el cadáver germinó
Con sudario de pretérito.

Nochebuena (un relato de Eduardo Galeano)

Fernando Silva dirige el hospital de niños, en Managua.

En vísperas de Navidad, se quedó trabajando hasta muy tarde. Ya estaban sonando los cohetes, y empezaban los fuegos artificiales a iluminar el cielo, cuando Fernando decidió marcharse. En casa lo esperaban para festejar.

Hizo una última recorrida por las salas, viendo si todo quedaba en orden y en eso estaba cuando sintió que unos pasos lo seguían. Unos pasos de algodón: se volvió y descubrió que uno de los enfermitos la andaba atrás. En la pernumbra, lo reconoció. Era un niño que estaba solo. Fernando reconoció su cara ya marcada por la muerte y esos ojos que pedían disculpas o quizás pedían permiso.

Fernando se acercó y el niño lo rozó con la mano:

- Decile a ...- susurró el niño-. Decile a alguien, que yo estoy aquí.

El último espanto

El triunfo de la muerte, de Peter Brueghel


Sombras de un vuelo sin alas
Tan densas como mercurio,
¡Olas, viento, bruma, cieno!
Cieno y jazmines alzando
Anchas columnas al cielo:
Vasto légamo amarillo,
Sepultura de guaridas
Como de águilas suspiros.

No es la amenaza del fin,
Es la quiebra del origen,
Y la espina de una rosa
Se desangra por las venas
Galopantes de la noche.

domingo, 29 de abril de 2007

La quiebra

- Buenos días, quisiera tomar en préstamo “Cien años de soledad”, de García Márquez.

- Muy bien, ve cumplimentando la ficha. Son veinte céntimos.

Raúl, sin decir nada, se dio media vuelta y volvió sobre sus pasos. Nunca más leyó un libro. Nunca ya compró un libro. Cinco años después, quebró Planeta.

Si no llevo mal las cuentas

Tantos días en tu ausencia
-Si no llevo mal las cuentas
Ya van ciento veinticuatro-
No son mucho.

Aturdido por las prisas
Del hastío monocorde
De los quehaceres diarios,
Pasan rápido.

Tantos días de demencia,
En el cieno pegajoso
Del vestigio que desprecias,
No son tanto.

Pero tan sólo una noche
Enfrentándome a las sombras
Que me abisman de impotencia,
Se hace un mundo…

Eterno / eterno / eterno.

------------ Eterno
---------------------- como la muerte.

sábado, 28 de abril de 2007

La red

El trapecio







--------------- y una red,
carcomida por el tiempo.


¿Saltas?


--------------------- ¿Salto?

¿Me recogerán tus manos?

Demonios

Soy ateo… por la gracia de dios; pudiera ser. Y, tal vez por ello, soy consciente de que este mundo que me ha tocado vivir ha sido creado por una serie de desaprensivos sin escrúpulos y sin el menor respeto por la Naturaleza ni por los seres humanos. Unos auténticos demonios, vampiros de vida, ilusiones y utopías. Unos demonios que se creen dioses en el Olimpo putrefacto que han parido desde sus vientres estériles. Pero yo soy ateo, y tampoco tengo fe en ellos. Ni estoy dispuesto a postrarme de hinojos ante sus altares para adorarlos, empujado por el interés o el miedo.



La ilustración es una creación de Gustave Doré, titulada "La caída del diablo".

De salsas rosas y otros alimentos en mal estado

No suelo ver mucho la televisión. No me gusta, y prefiero dedicar mi tiempo libre a otras cosas: a escribir, a la lectura, a tomar cerveza y charlar con los amigos, o, aunque he de reconocer que hace meses que estoy muy vago, a hacer un poco de deporte. Pero, a veces, resulta casi inevitable no caer en las garras de la caja absorbe-consciencia; está por todas partes.

Ayer, en uno de esos momentos, escuché de una supuesta periodista -en realidad ave carroñera dedicada a nutrirse haciendo públicas las miserias privadas y sin interés alguno del “famoseo”- una afirmación que me resultó espeluznante: “A mí, en la facultad de periodismo, no me enseñaron que mi labor fuese la de educar al público”.

Mujer, yo hace ya tiempo que me recuperé de los traumatismos de pronóstico reservado por los que me vi afectado cuando me caí del guindo, y, por lo tanto, soy perfectamente consciente de que, hoy día, el objetivo fundamental de la mayoría de los medios de comunicación de masas -medios de difusión masiva interesada, los llama un buen amigo mío- no es otro que el de obtener beneficios económicos o, en el caso de los públicos, rentabilidad política. Pero tampoco se me escapa -a pesar de tener muy claro el hecho de vivir en un mundo definido por el enorme y sangrante abismo abierto entre filosofías y prácticas- que la teoría nos dice que la labor de los mass media -que independientemente de su titularidad pública o privada siempre habrían de tener un fin social-, así como la de los profesionales que los atienden, debería ser la de formar e informar al ciudadano; y esto forma parte de la educación, ¿no? Así que, o bien a la buena moza deberían haberle cascado un suspenso en forma de círculo patatero, o las facultades de periodismo en esta sufrida piel de toro no son más que una puñetera mierda. Aunque, en la práctica, es muy probable que le otorgaran un cum laude.

Menos mal que, a veces, uno se lleva también sorpresas agradables respecto a los haceres periodísticos, como la que tuve ayer mismo al descubrir “casualmente” la magnífica bitácora de Magdalena Bandera.

Ya sabe, busque, compare… que al ciudadano pasivo se la meten doblá.

viernes, 27 de abril de 2007

Tierra (un poema de Blas de Otero)

---------------------------------------------------- “Quia non conclusit ostia ventris”
---------------------------------------------------------------- Job III, 10.

Humanamente hablando, es un suplicio
ser hombre y soportarlo hasta las heces,
saber que somos luz, y sufrir frío,
humanamente esclavos de la muerte.

Detrás del hombre viene dando gritos
el abismo, delante abre sus hélices
el vértigo, y ahogándose en sí mismo,
en medio de los dos, el miedo crece.

Humanamente hablando, es lo que digo,
no hay forma de morir que no se hiele.
La sombra es brava y vivo es el cuchillo.
Qué hacer, hombre de Dios, sino caerte.

Humanamente en tierra, es lo que elijo.
Caerme horriblemente, para siempre.
Caerme, revertir, no haber nacido
humanamente nunca en ningún vientre.

El agujero

Hoy he tratado de escapar de la mazmorra del peaje al sin destino. Llegué aquí sin vuelta atrás, no recuerdo hace cuanto tiempo, y, cuando metí mis manos en los bolsillos buscando el último de mis óbolos, tan sólo encontré agujeros. Es una gruta húmeda y profunda; temperatura constante -diecisiete grados centígrados- a no ser que, según me ha contado el funcionario que gestiona la apertura de la barrera, la muchedumbre sea más grande de lo habitual y la trastoque con su desaliento. En cambio, nunca me ha llegado a explicar el punto en que se considera que la muchedumbre supera esa cifra, que imagino convencional, que opera desestabilizando las condiciones ambientales de mi presidio. Creo que él tampoco lo sabe. El caso es que ayer por la tarde, casi ya en el crepúsculo –lo supe después-, eran muchos los que se agolpaban sobre la barrera manoteando al aire y haciendo barrocos aspavientos dirigidos al funcionario –que no es de turno, siempre es el mismo. El griterío era ensordecedor, aunque el silencio era absoluto. Evidentemente, ese umbral para determinar el exceso de muchedumbre, había sido superado. Hacía tanto calor, que me era casi insoportable hacer frente a mi frío. Me alejé en la oscuridad tratando de encontrar un ambiente algo más amable, y, entonces, lo descubrí. Una tenue luz titilaba al fondo de una de las galerías como último estertor de una vela mortecina. Mi corazón se desbocaba y un sudor frío y amargo me paralizó durante unos instantes que se me hicieron eternos. Tanto tiempo esperándolo, y ahora… tenía miedo. Un murmullo como de sed a punto de calmarse, procedente de aquella luz moribunda, me arrancó de mi letargo, y, con cautela y muy lentamente, me fui aproximando… era… sí, no podía ser otra cosa… era… un agujero; un agujero en la oscura pared de roca y tiempo. Con los nervios metidos en el estómago, y las manos temblorosas, aparté unas cuantas piedras sueltas, hasta hacer un hueco suficiente como para asomarme al exterior. La noche estaba terminando de enterrar al crepúsculo, y no tuve valor suficiente para tratar de salir al exterior. Hoy, cuando he calculado la proximidad del nuevo amanecer, he vuelto para buscarlo. Con las uñas ensangrentadas he atacado una y otra vez la roca y los minutos, hasta hacer una apertura suficiente como para caber por ella. No he necesitado mucho tiempo, últimamente he adelgazado considerablemente. Y he salido afuera. A lo lejos, he divisado a un grupo de turistas sin guía –nadie portaba en sus manos un paraguas amarillo- visitando las ruinas del laberinto. He tratado de gritar, de seguirlos, de hacerme ver… pero todo ha sido inútil. Finalmente los he perdido de vista y no he vuelto a saber de ellos. He estado vagando incansablemente durante todo el día sobre la alfombra de polvo yermo que recubre los vestigios macilentos de un pasado que se me antoja que fue mejor, pero una y otra vez mis pasos me han llevado de nuevo a las fauces del agujero. Cuando los dedos de la noche han comenzado a arañar el cielo, arrancándole trocitos de celeste y haciendo manar una sangre oscura y espesa desde sus heridas, un pavor desmedido se me ha metido como una daga en el espinazo, y, aterrorizado, he regresado adentro. Ahora estoy perdido. En la oscuridad. Sin poder encontrar esa sala de fluctuante temperatura constante de la que he deseado escapar durante tanto tiempo… ni el agujero.

jueves, 26 de abril de 2007

Gotas de lluvia como espadas

Este año el mes de abril,

Con sus lluvias incesantes,

Ante mis ojos eternas,

Viene siendo favorable

Para los geranios malva

Que se ahogan de silencio.


Tristes geranios marchitos

Que abandonara a su suerte

Porque en sus riegos recuerdo

El aroma de otras flores

Que, con las aguas de octubre,

Se me murieron adentro.


Pero las gotas de lluvia,

Como espadas, se me clavan

En la ausencia de las manos

Y espolean mi memoria,

Que se puebla de fantasmas

Como ladrones de aliento.

Medioambiente urbano y ciudades sostenibles: la clave de la eficiencia en el uso del territorio.

Cada vez es más frecuente, sobre todo en tiempos electorales, oír hablar acerca del medio ambiente urbano y del concepto de ciudad sostenible. No en vano, según constata el informe de Naciones Unidas sobre el estado de las ciudades del mundo, hecho público en junio de 2006, durante el año en curso el número de personas que habitarán en zonas urbanas, superará al de las áreas rurales. Y en España estamos próximos a alcanzar un 80 % de población urbana respecto al total.

Pero ¿qué entendemos por medio ambiente urbano y por ciudad sostenible? Para avanzar mínimamente en la definición de ambos conceptos, será preciso, previamente, que tratemos de acercarnos a lo que pretendemos expresar cuando nos referimos al “desarrollo sostenible”. El término aparece por primera vez en 1987 en el documento conocido como Informe Brundtland, que recoge los trabajos de la Comisión de Medio Ambiente y Desarrollo de Naciones Unidas, creada en Asamblea de las Naciones Unidas en 1983, y sería asumido en 1992 por la Declaración de Río en su Principio 3º: "Aquel desarrollo que satisface las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las posibilidades de las generaciones futuras para atender sus propias necesidades". Lo cierto es que esta definición es tan vaga y ambigua que lo mismo sirve para un roto que para un descosido, e, incluso, tras la prostitución que ha sufrido en su semántica por una falta expresa de voluntad política para avanzar en una enumeración -y asunción- pormenorizada de sus contenidos, se utiliza sin un ápice de rubor para justificar actuaciones diametralmente opuestas a la sostenibilidad.

No obstante esta indefinición, podríamos comenzar a hablar de sociedades sostenibles cuando éstas cumpliesen al menos dos condiciones básicas: la no utilización de recursos naturales por encima de su potencial de renovación y la no generación de residuos más allá de la capacidad de su absorción por los ecosistemas. Estas dos condiciones nos introducen de lleno en el más reciente concepto de huella ecológica, indicador agregado o compuesto definido como “el área de territorio ecológicamente productivo, necesaria para producir los recursos utilizados y para asimilar los residuos producidos por una población dada con un modo de vida específico de forma indefinida”. El objetivo de este indicador consiste en evaluar el impacto sobre el planeta de un determinado modo de vida y, por lo tanto, su grado de sostenibilidad.

Aplicados todos estos conceptos al modo de vida urbano y, restrictivamente, al espacio ocupado por una urbe determinada, cualquiera que ésta fuese, nos llevaría a tener que inferir que nunca una ciudad podría llegar a ser adjetivada como sostenible. No obstante, sí sería posible definir ciudades tendentes a la sostenibilidad en el contexto más amplio de su hinterland, siempre que su desarrollo se enmarcase en relaciones de eficiencia en el uso de los recursos, en especial el de los no renovables o escasos, y, con una importancia determinante para el hecho urbano, el del suelo.

Sin embargo, cuando en la actualidad se refieren las políticas de medio ambiente urbano, en muy contadas ocasiones se tiene en cuenta la premisa anterior. Así, el medio ambiente urbano queda reducido a una serie de aspectos y políticas inconexos entre sí (calidad del aire, ciclo integral del agua –incipientemente desarrollado aún- recogida y tratamiento de residuos, zonas verdes…) y sin relación alguna con el soporte físico vivo (o, tal vez, sería más apropiado decir moribundo) sobre el que se desarrolla el hecho urbano. No se tiene, pues, en cuenta que un elevado porcentaje de los problemas socio-ambientales (es preciso avanzar en la utilización de este término, pues, a menudo, los impactos negativos para el medio físico, lo son también para las sociedades a las que acoge, y los seres humanos que las constituyen) que aquejan a las ciudades y, por extensión de los impactos negativos que éstas producen más allá de sus difusos límites, al conjunto del territorio, tienen su origen en el modelo de ocupación territorial que adopta el hecho urbano.

Pero ¿cuáles son las características principales que en la actualidad definen a ese modelo en lo que denominamos mundo “desarrollado”? Pues en primer lugar, la sectorización y fragmentación sobre el territorio de los diferentes usos urbanos, y, en segundo término, pero no por ello con menor importancia en cuanto a la problemática socio-ambiental que genera, el culto exacerbado y creciente a la baja densidad en la ocupación edificatoria del espacio.

La primera de éstas características opera como insaciable multiplicador en el número de desplazamientos (y en su distancia) necesarios para satisfacer las necesidades individuales y sociales, al situarse cada uno de esos usos del suelo urbano en sectores monoespecíficos diferenciados e inconexos entre sí, en tanto que la segunda obliga al uso del vehículo privado para la realización de esos desplazamientos, al ser el modelo de la baja densidad que preside el crecimiento del parque residencial, incompatible con el desarrollo de un sistema eficaz y accesible de transporte público colectivo. El impacto de este modelo sobre, por ejemplo, la calidad del aire y los problemas de congestión del tráfico, con no pocos efectos perversos de carácter psico-social, no puede ser más evidente.

Resulta, por tanto, un modelo de (no)ciudad que, con la rémora de esas dos características que lo definen, supone la dominancia en el hecho urbano de la (in)cultura de la ineficiencia y el despilfarro. Un modelo ineficiente y despilfarrador que, en primer término, supone el consumo abusivo de un recurso, como es el suelo, claramente no renovable (por la baja densidad, pero también, como factor añadido, por la multiplicación de la necesidad de espacio dedicado a vías de “comunicación” que aquélla requiere). Pero que también supone un despilfarro inasumible, en función del incremento que origina en la dimensión longitudinal de todo tipo de redes de infraestructuras (como las de abastecimiento de agua, con el consiguiente aumento de las pérdidas, o las de alumbrado público, con el despilfarro energético que conlleva), y en las distancias a cubrir para la prestación de determinados servicios públicos básicos (como la recogida de residuos sólidos urbanos). Con todo esto, además, se está produciendo la innecesaria invasión y destrucción sin posibilidad alguna de vuelta atrás, de espacios que, por su calidad natural y su potencial de uso y utilidad social, debieran ser conservados a toda costa.

Y todo ello para mayor gloria del negocio especulativo inmobiliario que es el que decide, en última instancia (para su provecho exclusivo y beneficio privado) y en la mayoría de las ocasiones, la dirección y el modo en que ha de caminar el crecimiento, que no desarrollo, de las ciudades, despojando de este modo al urbanismo y a las políticas de ordenación del territorio del carácter público y la finalidad social que constituyen su razón de ser.

Por lo tanto, si queremos encuadrar nuestras ciudades en el marco de un medio ambiente sano y en tendencias hacia la sostenibilidad y a una verdadera calidad de vida, cualquier camino a seguir ha de partir de la recuperación del carácter público y social del planeamiento urbanístico, para re-densificar las ciudades y dotar a cada uno de sus sectores, siempre con la excepción de actividades peligrosas o nocivas, de la multifuncionalidad suficiente. Sólo así, además, es posible construir ciudades eficientes y con una huella ecológica asumible.

Y es preciso acabar con la burda demagogia, adoctrinamiento sectario, que reza que el modelo actual viene dictado por la demanda y que lo justo es ofrecer lo que dicha demanda requiere. Porque nunca será justo dilapidar el patrimonio social y natural al servicio de las demandas innecesarias de un porcentaje minoritario de ciudadanos. Y porque si todos quisiéramos vivir en el marco del modelo residencial de, por ejemplo, los cien ciudadanos más adinerados del mundo, necesitaríamos arrasar y disponer, para eso sólo, de varios planetas. Y es que el mercado siempre necesitará ser intervenido, en mayor o menor medida según los casos, por los poderes públicos, para evitar que devore insaciablemente los intereses sociales en pro del beneficio privado de unos pocos, con los consiguientes los maleficios a que éste da lugar sobre el conjunto.

Así que ya es momento de que, para hablar con un mínimo de seriedad acerca del desarrollo de políticas para el mejoramiento del medio ambiente urbano y la sostenibilidad de “nuestras” ciudades, se comience haciéndolo de la necesaria y radical revolución que es preciso operar sobre los aberrantes modelos urbanísticos al uso. Lo demás, sin esto, son sólo milongas edulcorantes y sin nutrientes, que no merecen la menor confianza por parte del ciudadano.

Entre la espada y la pared

Durante el incendio, alguien, tras la máscara densa del humo, gritó: ¡¡¡fuego!!!

miércoles, 25 de abril de 2007

Alas de seda en el aire

Hoy he dejado escapar un poema.
Lo tuve junto a mí por un instante,
Alas de seda en el aire,
Susurrándome al oído verso a verso sus pasiones.
Hubiera podido atraparlo fácilmente,
Mas lo dejé en libertad
En la esperanza de que en su vüelo
Llevase al alfeizar de tu ventana
Los sutiles anhelos
--------------------------- de su cántico.

Cada cosa a su tiempo

Si he de pasar una noche contigo
Que sea de invierno.
Que tarde más en llegar la madrugada,
Y, afuera,
El frío
Nos haga sentirnos remisos a enfrentarnos con el día
Por ese rechazo pesado que provocan
La crudeza inmisericorde de la intemperie,
Y los jirones vivos de esperanza
Que nos arrebatan las despedidas.
Que la bruma forme un muro
En tus puertas y ventanas,
Para pedirte romper,
Entonces,
La maraña sacrosanta
De las normas.

martes, 24 de abril de 2007

Lip stick


Y el verbo una noche
Se hizo labio. Más tarde,
Al filo de la bruma
Y el rocío… beso, susurro,
Susurro azul
Y el silencio.
Labio que tiembla, labio que gime, labio que vuela!

Arena, sí, arena!
Arena al mar del crepúsculo
Y en carne viva las alas.

Y un viento duro de piedras
Danza. Baile fúnebre de llanto
Sobre el mentón descarnado
Del Levante.

Una visita inesperada

La policía irrumpió en la casa y atrapó a los participantes de aquella fiesta. Se los llevó a la cárcel por lujuriosos y perversos. Era natural. La policía no puede irrumpir en las calles y acabar con otros escándalos, como el de la miseria.

Jaime Sabines

Esta mañana, a las 10 horas y 23 minutos, hemos recibido, en esta vuestra isla, una visita inesperada. Y es que la IP, como el algodón, al menos cuando se trata de accesos desde determinados organismos públicos, no engaña. Alguien ha desembarcado en las arenas de esta playa, procedente de la Dirección General de Policía, no sé con que inquietudes o intenciones. Ha pasado en silencio, tratando de no ser visto oculto entre las sombras de las palmeras. No ha dejado ningún comentario -siempre es bueno que, al visitar por primera vez a alguien, al menos nos presentemos-, pero sus huellas lo han delatado.

Puede que buscase en el fondo de mis veleidades de mal poeta, alguno de los estigmas que llevo a gala y que nunca he tratado de ocultar: rojo, republicano, ecologista, solidario, contestatario y aprendiz de poeta. Amante fiel del sentir de Pizarnik, Vilariño, Fernández Zotes, Cernuda, Seda, Federico, Aleixandre, Girondo, María Gómez, Loinaz… Nada, pues, en lo que no me ampare esta Constitución del Reino de España, en la que hay muchos aspectos que no comparto, pero respeto, y que, por tanto, es también la mía.

Aunque prefiero pensar que puede que, con eso de que hoy es martes, las mafias criminales que se dedican a la delincuencia urbanística, al tráfico de armas o al proxenetismo, se han tomado el día de descanso, y que alguien sin nada mejor que hacer en la DGP, ha decidido que un buen modo de aprovechar el tiempo podría ser acercarse a compartir el sentir de algún poeta elegido al azar. Aunque yo le hubiese recomendado mejor la lectura de José Agustín Goytisolo, Blas de Otero o Salinas.

En cualquier caso, no estaría mal que, si se decidiese a volver a visitarnos, tuviese la cortesía de presentarse debidamente, y dejara su opinión acerca de los textos que vomita este aficionado a la poesía, un tanto asqueado ya de tanta podredumbre insana y tanta miseria como campan a sus anchas por el Mundo para que engorden sus apestosas barrigas los lobos de cuello blanco que, en jauría, desde púlpitos parlamentarios y consistoriales, y desde los consejos de administración de las grandes transnacionales, como vampiros, están desangrando a marchas forzadas al Planeta y al ser humano.

Y es que, ¿a quién no lo gustaría conocer la opinión de la autoridad?

Poema núm. 15 de "Poemas de otredad" (de Roberto Juarroz)

15

Nos quedamos a veces detenidos
en medio de una calle,
de una palabra
o de un beso,
con los ojos inmóviles
como dos largos vasos de agua solitaria,
con la vida inmóvil
y las manos quietas entre un gesto y el que hubiera seguido,
como si no estuvieran ya en ninguna parte.
Nuestros recuerdos son entonces de otro,
a quien apenas recordamos.

Es como si prestásemos la vida por un rato,
sin la seguridad de que nos va a ser devuelta
y sin que nadie nos la haya pedido,
pero sabiendo que es usada
para algo que nos concierne más que todo.

¿No será también la muerte un préstamo,
en medio de una calle,
de una palabra
o de un beso?


Los "Poemas de otredad" costituyen la primera parte de la "Tercera poesía vertical" (año 1965) de Juarroz.

lunes, 23 de abril de 2007

Palabras (en el día del libro)

Uno llega a ser grande por lo que lee y no por lo que escribe.
Jorge Luis Borges

Cierro los ojos y las palpo. Mis manos, a menudo, no entienden su lenguaje, pero igual, las palpo, las siento. A veces me duelen sus huellas en las huellas de mis dedos, a veces cosquillean sus gritos y se ríen mis manos. Después, olisqueo su esencia, me las llevo a la boca y las mastico, lentamente; amargan, sí, amargan... dulce amargor de cerveza. Me cuesta, dejan clavadas espinas en mi garganta, pero las trago. Y galopan con mi torrente sanguíneo y en el corazón estallan. Entonces -una nausea irrefrenable las empuja- las vomito en forma de delirios y versos, para que otros las palpen, las mastiquen, las huelan, las traguen... sin entenderlas tal vez, pero sintiéndolas.

Este texto es el resultado de un comentario que hice a un texto (Para tod@s l@s queremos tocar las palabras) publicado en FILOABPUERTO, blog del Departamento de Filosofía del IES Agustín de Bethencourt, en el Puerto de la Cruz (Tenerife), administrado por alumnas de Sociología de 2º de Bachillerato y en el que se expone parte del desarrollo de las actividades que tienen lugar en su día a día en el aula.

Me estoy quedando en los versos

Con la esperanza quebrada
Me estoy quedando en los versos
-Duro marfil amarillo
De un desolado pretérito-.

Y el rescoldo del ocaso
De cenizas va cubriendo,
En la sed de la simiente,
El futuro de mi aliento.

Sin el ritmo de las horas
Me voy quedando sin tiempo
-Tránsito, sin peso, breve
En la oquedad de lo eterno-.


Y, de mármol, las estrofas
Van poblando de silencio,
Con su sangre de amapolas,
Los murallones del huerto.

Círculos viciosos

Nada más despertar, recordó con angustia, el reto que se había propuesto acometer a partir de esa misma mañana. Para tratar de hacer frente a la ansiedad, encendió un cigarrillo. Mal día -pensó- para dejar de fumar.

Poema tardío para un siete de abril


Siete de abril,
Como si martes y trece.
Gato negro,
Voz quebrada,
Perra suerte.

Siete de abril,
Como si Todos los Santos.
Alma en venta,
Triste saldo,
Diablo ausente.

Siete de abril,
Como solsticio de invierno.
Bajo el frío
Del reloj
Muere un sueño.

Siete de abril,
Y entre mis manos, un libro:
Sin destino,
Polvo al polvo
Del olvido.

domingo, 22 de abril de 2007

Tu mirada es el río (un poema de Mamen, "Seda")


Mírame la mirada, niño,
que lo que resta es continuar,
sobre las hojas destrozadas,
y los pedículos secos por el frío,
torturados a lo largo del camino,
que nos queda por pisar,
al lado el río.

El que salpica deseos,
y apunta la dirección,
de nuestros pasos.

El que canta a los veranos,
y llora primaveras,
en el borde de nuestros sueños.

Mírame y no me pienses.
Si tú sujetas mi peso,
yo me apoyo,
y siento que abrazas,
el horizonte.

No puedo pedir más,
en este angosto camino,
que el calor de tu costado,
junto al mío.


Para leer más poemas de Mamen: Poesía al sol y El Recreo.

Para morir de amor

Grandes hombres de la ciencia y de la teología llevan toda una eternidad tratando de descifrar, tanto como las razones y origen de la vida, los motivos de la muerte. Aunque lo primero continúa –y puede que continúe por mucho tiempo, tal vez por siempre- sin una respuesta concluyente o al menos satisfactoria, a la luz de la ciencia, al menos, parece ser que ya han sido despejadas casi todas las incertidumbres sobre el porqué y el cómo envejecemos y estamos abocados a la muerte.

Pero mi visión -desde la perspectiva de éste mi universo, este universo que es el único que realmente existe, este universo del que soy, muy a pesar mío, centro rodeado de vacío, éste que morirá conmigo dejando sólo oscuridad y frío… mi visión, como decía, es otra. Yo estoy convencido de que las causas de la muerte son otras muy diferentes a las que arguye la ciencia, de que morimos de amor, de que con cada ser querido que se nos muere o se nos aleja para siempre, se nos graba una nueva arruga en el rostro del alma y nos brota un nuevo cabello blanco en los latidos; hasta que el corazón encanece del todo y decide detenerse.

Es cierto que hay quienes, casi desde un principio o a partir de determinado momento en su breve paso por el mundo, nunca han querido a nadie más que a sí mismos. Y me diréis: “éstos también mueren”. Pero no, éstos no mueren, no; porque, aunque los veamos caminar con paso firme y decidido, ya están muertos de antemano, y también carecen, como los vivos, de destino.

Creo haber observado también, que el síndrome que los aqueja en su putrefacción invisible y aséptica, pudiera llegar a ser contagioso. Es por eso que he decidido que ya nunca más me acercaré a ti: porque te quiero seguir queriendo, porque quiero seguir queriendo para seguir viviendo, para poder sumar, cada día que pase, nuevas arrugas y cabellos blancos a los que me brotaron por tu causa. Hasta morir un día… de amor; como morirán todos aquellos que se empeñan en seguir vivos.

sábado, 21 de abril de 2007

Nocturno

Las farolas, insomnes,
Deslumbradas por su luz,
Sin poder contar estrellas
Viven la noche sin noche,
Titilar de almas en pena,
En su opaca duermevela.


Y en la alborada, rendidas,
Frente al sol que las devora
Gimen de sueños desiertas:
Opresión que las desola,
Sin poder soñar dormidas,
Sin poder soñar despiertas.

viernes, 20 de abril de 2007

Bestiario (VI)


(Euríale)

¿Qué es poesía?
Se aprestaba a responderle
Con las pupilas atadas
A su mirada celeste.

¿Qué es poesía?...
Y quedó petrificado
Para siempre.

A la contra

Porque tú llegaste
A contratiempo,
O pudiera ser,
Que fuese yo el que te buscase
Al contraluz de tu cielo
-Ansiado fulgor celeste,
Contrapunto de lo oscuro-,

Mi amor siempre fue
Sin contrapartidas;
A contracorriente
Siempre;
Siempre contraviniendo las leyes
Del deseo;
Contradiciendo evidencias
Con el gesto contrahecho;
Forjando contrasentidos,
De insondables contraseñas,
Al contrarreloj del sol
En un mar de arenas muertas
-Alas de sombras sin vuelo-.

Te amé
A pesar de las contraproducentes contraindicaciones
Que desprecié en la letra pequeña
De un contrato inexistente;
Apostando,
Siempre a contrasentido,
Contra el espejismo de tus contraenvites;
Contrarrestando tus ausencias con quimeras,
Y el silencio
Con mi voz de contrabajo
-Humo por tus invencibles contrarréplicas-.

Te amé

A contrapelo,
Al contragolpe,
A contramano,

Sin contrapeso,
Contramarea,
De contrabando;

Aterido por la lluvia seca de tu contraventana
A cal y canto;
Lamiendo las amargas contrabasas
De mi contraventura.

A la contra,
Siempre, a la contra,
Te amé…
Te amo.

Calma (un poema de Gioconda Belli)

Calma.
Permití que tus manos
encuentren sus reptiles ancestros
para que se deslicen
como serpientes
por la profunda espesura de mi pelo.

La cúpula de mi templo
es el ámbito que encierra
la sacrosanta arca de la alianza.
Mis orejas, los minaretes
para los cánticos más húmedos
de tu lengua.

Invertí el órden.
De arriba abajo
Hacé tu camino de ladrón
descendiendo desde la bóveda
colgado de la más larga de mis pestañas.

En el tobogán del cuello
Deslizate como el sabio que busca inutilmente
La cuadratura del círculo
Y lanzado fuera de vos mismo
Recorré el valle tenso
Que yace entre mis dos pechos

En el cenote de mi ombligo
Deposita un beso mercurial
Que se enrede por los laberintos hondos
Por los que se llega a la misma memoria
Del vientre de la madre.

De allí en adelante
Dejate guiar por la locura
Por la avaricia de tu paladar
Por tu vocación de explorador
En busca del Centro de la Tierra

Sé el minero que a tientas
Descubre las vetas de sal
Que el mar olvidó en las cuevas femeninas
Donde la vida tiene su refugio.
Aferrate a la húmeda rosa de los vientos
Más poderosa que los huracanes del Caribe
O los maremotos del Pacífico.

Calma tu sed y tus furias en mi,
En el fondo de musgo y algas
Que gimiendo te devuelve
A la breve, eterna seguridad
Del paraíso perdido.


De su último poemario "Fuego soy, apartado y espada puesta lejos"; XXVIII Premio Ciudad de Melilla (2006). Publicado en la coleeción Visor de Poesía.

jueves, 19 de abril de 2007

“Fast food”

Hay poetas que, para cocinar sus versos, utilizan ingredientes frescos y apetitosos. Usan bellos trinos, rosas sin espinas, arcos iris y estrellas, amor, utopía, esperanzas, primaveras… Yo, que tan sólo soy un mal aprendiz de pinche, no es que carezca de los conocimientos gastronómicos necesarios para preparar y condimentar mis estrofas al modo en que ellos saben hacerlo. Aunque no dejo de ser consciente de que en ningún caso podría alcanzar a dotarlas de un paladar tan sabroso ni de una presentación tan exquisita. Pero, tras la cruenta guerra fraticida que durante años he mantenido conmigo mismo, ya vencido y a merced de esta pax romana que me ha sido impuesta sin posibilidad alguna de apelación, y arrasados por el destiempo los vergeles antaño poblados por la flor de la lila, ninguno de estos ingredientes aparece reflejado en mi exangüe cartilla de racionamiento. Así que, en un intento desesperado por no perecer de inanición, utilizo lo que tengo más a mano: dolor, abismo, quimera, silencios, espinas, maraña, mármol, invierno… El producto, he de reconocerlo, no resulta demasiado nutritivo como alimento para el alma de un hambriento, y su aspecto, amén de su sabor, es más que abominable y macilento. Pero lo cierto es que es lo único mínimamente comestible que encuentro para llevarme a las fauces, a la espera de que, más tarde o más temprano, amanezca una nueva primavera tras los cristales heridos de lluvia de mi cocina.

Bestiario (V)

Crisálida (de Mar Sánchez)

(Bómbix mori)

Urdimbre de fina seda,
Cobijo para tus alas;
Mudóse el refugio en piedra,
Enclaustrando tu mañana.

Ya sin vuelo te atraviesan,
Sobre las horas ajadas,
Alfileres de perpetua
Condena a desesperanza;

Y la calma que aparentas,
En la congoja sin lágrimas,
Secará tu sangre yerma
A la sombra de tu ergástula.

miércoles, 18 de abril de 2007

Secretos

Ella: Espero que, aunque yo haya decidido terminar nuestra relación para siempre, sigas manteniendo en secreto aquellas confidencias que te hice cuando aún confiaba en ti.

Él: No habrás de preocuparte por tal cosa. Ahora, más que nunca, soy lo mismo que una tumba.

Poema número 12 de “Espantapájaros” (de Oliverio Girondo)

12

Se miran, se presienten, se desean,
se acarician, se besan, se desnudan,
se respiran, se acuestan, se olfatean,
se penetran, se chupan, se demudan,
se adormecen, despiertan, se iluminan,
se codician, se palpan, se fascinan,
se mastican, se gustan, se babean,
se confunden, se acoplan, se disgregan,
se aletargan, fallecen, se reintegran,
se distienden, se enarcan, se menean,
se retuercen, se estiran, se caldean,
se estrangulan, se aprietan, se estremecen,
se tantean, se juntan, desfallecen,
se repelen, se enervan, se apetecen,
se acometen, se enlazan, se entrechocan,
se agazapan, se apresan, se dislocan,
se perforan, se incrustan, se acribillan,
se remachan, se injertan, se atornillan,
se desmayan, reviven, resplandecen,
se contemplan, se inflaman, se enloquecen,
se derriten, se sueldan, se calcinan,
se desgarran, se muerden, se asesinan,
resucitan, se buscan, se refriegan,
se rehuyen, se evaden y se entregan.

martes, 17 de abril de 2007

Títere (de un cuadro de Mar Sánchez)

Títere (de Mar Sánchez)


Soy un títere del tiempo.
Cada minuto sin fin que se aleja vacío,
Atraviesa previamente mi espinazo
-Que no, no, no es de madera,
Es de anhelo y sigue vivo-,
Quebrándole la espalda a la esperanza.

Las horas muertas de desespero
Me penetran cual saetas la mirada,
Incisivas y certeras,
Y una sal gruesa detrás de los párpados
Enturbia el futuro perfecto
En su primera persona del plural
Sin pasado.

Ese vértigo delirio
Del murmullo que desgrana el segundero,
Cabalgando pavoroso sin destino,
Me rompe el sistema nervioso,
Y vago en ingrávido abismo
Denso, denso como desaliento.

Luego, al sonar las doce,
La perversa campanada que culmina la llamada de las sombras,
Abre macabro camino al aquelarre
Que me taladra el aliento.

Acribillado y vacío
Baila mis hilos el tiempo.

El reloj de cuerda



“El miedo herrumbra las áncoras, cada cosa que pudo alcanzarse y fue olvidada va corroyendo las venas del reloj, gangrenando la fría sangre de sus rubíes. Y allá en el fondo está la muerte si no corremos y llegamos antes y comprendemos que ya no importa.”

De “Instrucciones para dar cuerda a un reloj”
Julio Cortazar


Lo que más temía Tristán era que la profunda tristeza que lo atenazaba pudiera ser percibida por sus personas queridas. Pero día a día se le hacía más pesado el gran esfuerzo que le suponía colocarse aquella máscara de inexistente alegría. Una máscara que ya estaba a punto de llevarlo a lo más profundo del abismo de su espíritu atormentado. A ese punto en el que la tristeza acaba siendo sustituida por la ira y el desprecio por todo.

Ese disfraz que se colocaba todas las mañanas al levantarse, y que lo envolvía de angustia durante el resto del día, era, además, la causa de que desde mucho tiempo atrás se negase a reconocer las causas de su desdicha. Pero cada vez era más consciente de que tarde o temprano terminaría siendo derrotado en esa cruenta batalla que mantenía contra la evidencia. Una evidencia que señalaba directamente a su indecisión y a su parálisis; a su miedo al dolor que le acarrearía la radical metamorfosis que precisaba para volver a sentirse realizado como ser humano, y para alejarse de los cenagosos territorios del vértigo funesto que lo situaba en el vacío más absoluto, ajeno al espacio y al tiempo, a la vida. Pero el tiempo transcurría inexorablemente en el interior de la oscura, húmeda y maloliente celda en la que se había recluido, en parte, por voluntad propia y, en parte, por la inercia de las circunstancias.

Aquella mañana, como de costumbre, rebuscó en el armario donde guardaba las pocas expresiones fingidas que le iban quedando, y se dirigió al desagradable encuentro de su monótona cotidianeidad. Pero en aquel disfraz, el mejor de los ya posibles, por primera vez no apareció reflejada su fingida alegría. Su lugar había sido ocupado por un sarcasmo afilado, ácido y malhumorado que, indiscriminadamente, fue proyectando, a todo lo largo del día, sus ponzoñosos dardos sobre los demás y sobre sí mismo.

La persuasión de que acababa de desaparecer la esencia que llevaba escrita en su nombre, y de que, con ella, había perdido lo único que aún le daba cierto sentido a su vida, le hizo sentirse anegado de un terror incontenible que desbocaba su corazón cansado.

Aquella noche, al volver a su a casa, arrancó de su muñeca su sofisticado reloj digital, lo aplastó con el pie y lo tiró al cubo de la basura. Abrió con violencia el armario de las máscaras y las arrojó hacía arriba desde las ventanas subterráneas de su alma desalmada.

A la mañana siguiente buscó el viejo reloj de cuerda que, en su agonía, le había legado su padre y que había estado cubriéndose de polvo y telarañas desde aquel día en un desvencijado cajón olvidado. Recordó entonces con gran remordimiento las últimas palabras de su padre.

- Hijo, esta joya que me ha acompañado casi toda mi vida es ahora tuya. No te olvides nunca de darle cuerda. La vida, hijo mío, se acaba en el preciso instante en que dejamos pararse al tiempo, inconscientes a su fluir inexorable.

Súbitamente, aquellas palabras que nunca había alcanzado a comprender, cobraron sentido para él.

A pesar del espanto que le producía la sospecha de que aquel valioso legado paterno tal vez ya no funcionase, procedió a darle cuerda.

Tic, tac, tic, tac, tic, tac…

Una liberadora sensación de alivio le hizo esbozar una sonrisa mientras, con mimo, lo colocaba en su muñeca. Por primera vez en mucho tiempo había vencido al miedo a hacer lo que deseaba. Y de su determinación no había resultado un desastre.

Pensó que por fin podría tomar las riendas de su vida, dirigirse hacia sus anhelos, mostrarse como era: triste, sí, pero al fin esperanzado. Con su espíritu por primera vez desnudo, salió a la calle, ilusionado y expectante. Pero ahora, tras tanto tiempo ocultando el rostro, ya nadie lo reconocía.

Aterrado, en un acto reflejo de defensa, volvió a intentar dar cuerda al reloj y, en ese momento, el óxido que había ido acumulando durante años hizo saltar en mil pedazos su mecanismo.


6 de mayo de 2004

lunes, 16 de abril de 2007

Hb+CO

Cuando alguien me comenta que alguno de mis poemas le ha resultado dulce, la primera reacción es siempre de cierto regocijo no en vano todos tratamos de desterrar en la medida de lo posible cualquier traza de amargura. Después, cuando logro digerir ese júbilo inicial, no puedo evitar pensar que igual se me fue un poco la mano con el monóxido de carbono.

La siesta

No sé cuanto puede hacer -perdí la noción
Del tiempo- que estoy tumbado
En la cama, en un inútil intento
Por dormir la siesta como bálsamo:
Sin cansancio –o, quizá, tan cansado
Que me huyen los vástagos del sueño.

En la penumbra de la persiana a medio
Echar, y de la niebla acumulada tras los párpados,
Releo algunos poemas de Jaime Gil de Biedma;
Sus “Moralidades”.
------------------------- Happy ending”…
“en la vida los olvidos
no suelen durar”, y mucho menos aún –pienso
Sin saber porqué- en la muerte.

Con desgana tomo un lápiz –Staedtler, made
In Germany- de esos hexagonales, negros
Y amarillos como presagios,
Y subrayo un par de versos:
“mi pena resumida en un título de libro:
Desolación de la Quimera”…
Desolación de la Quimera… ¿Es posible imaginar
Tanto estéril? Y me derramo en estrofas
Jugando a inventor de lluvias
En yermo cuaderno sin rayas.
Pero el juego de hacer versos, siempre
Se acumula a las derrotas.

domingo, 15 de abril de 2007

A veces un no niega (un poema de Pedro Salinas)

A veces un no niega
más de lo que quería, se hace múltiple.
Se dice: ‘‘no, no iré’’
y se destejen infinitas tramas
tejidas por los síes lentamente,
se niegan las promesas que no nos hizo nadie
sino nosotros mismos, al oído.
Cada minuto breve rehusado
-¿eran quince, eran treinta?-
se dilata en sinfines, se hace siglos,
y un «no, esta noche no»
puede negar la eternidad de noches,
la pura eternidad.
Qué difícil saber a dónde hiere
un no! Inocentemente
sale de labios puros un no puro;
sin mancha ni querencia
de herir, va por el aire.
Pero el aire está lleno
de esperanzas en vuelo, las encuentra
y las traspasa por las alas tiernas
su inmensa fuerza ciega, sin querer,
y las deja sin vida y va a clavarse
en ese techo azul que nos pintamos
y abre una grieta allí.
O allí rebota
y su herir acerado
vuelve camino atrás y le desgarra
el pecho al mismo pecho que lo dijo.
Un no da miedo. Hay que dejarlo siempre
al borde de los labios y dudarlo.
O decirlo tan suavemente
que le llegue
al que no lo esperaba
con un sonar de «sí»,
aunque no dijo sí quien lo decía.

Pedro Salinas

Mística

A veces, pienso
Que no queda tiempo.

¡Ya ves!,
Cómo si el tiempo importase
En este tránsito
Breve, en este relámpago
Irrepetible, en este
Efímero rasguño, gélida estela en la piel de lo oscuro,
Que se sueña arder en un instante,
Para siempre.

A veces,
Pienso,
¡Ya ves!
Cómo si eso algo importase
En la vaga deriva de un frágil suspiro
Que se pierde fugaz en el vacío.

A veces,
¡Ya ves!
Yo también le grito a las alturas
Con las manos plagadas de espanto,
Alzadas como una ala desgarrada,
Buscando alguna respuesta
Que desmadeje el silencio.

¡Ya ves!
A veces,
En esos escasos momentos en los que te olvido
En la angustia de saberme sin origen ni destino,
En esos, en esos momentos en los que el abismo se revela
Como mera esencia evanescente,
En esos momentos, ¡Ya ves!,
De algún modo, también entonces,
Pienso...

¡Ya ves!,
Para nada,

También,
¡Ya ves!,

Para nada.

sábado, 14 de abril de 2007

14 de abril. Día de la República.


CONSTITUCIÓN DE LA REPÚBLICA ESPAÑOLA

España, en uso de su soberanía, y representada por las Cortes Constituyentes, decreta y sanciona esta Constitución.

TÍTULO PRELIMINAR

Disposiciones generales.

Artículo 1º. España es una República democrática de trabajadores de toda clase, que se organiza en régimen de Libertad y de Justicia.

Los poderes de todos sus órganos emanan del pueblo.

La República constituye un Estado integral, compatible con la autonomía de los Municipios y las Regiones.

La bandera de la República Española es roja, amarilla y morada.

Artículo 2º. Todos los españoles son iguales ante la ley.

Artículo 3º. El Estado español no tiene religión oficial.

Artículo 4º. El castellano es el idioma oficial de la República. Todo español tiene obligación de saberlo y derecho de usarlo, sin perjuicio de los derechos que las leyes del Estado reconozcan a las lenguas de las provincias o regiones.

Salvo lo que se disponga en leyes especiales, a nadie se le podrá exigir el conocimiento ni el uso de ninguna lengua regional.

Artículo 5º. La capitalidad de la República se fija en Madrid.

Artículo 6º. España renuncia a la guerra como instrumento de política nacional.

Artículo 7º. El Estado español acatará las normas universales del Derecho internacional, incorporándolas a su derecho positivo.

Ya solamente soy mar



Porque ese cielo azul que todos vemos,
ni es cielo ni es azul. ¡Lástima grande
que no sea verdad tanta belleza!

Bartolomé Leonardo de Argensola

Ya solamente soy mar; y tú, mi Cielo. ¿Recuerdas que un día fui río, y tú cercana campiña, siempre a la defensiva, tras los límites donde nunca alcanzaron mis crecidas? Pero yo no dejaba de rogar a la lluvia cada mañana, que me diera las fuerzas suficientes para poder llegar a ti. Pero el curso fatal de la corriente me arrastró hasta aquí, y ya solamente soy mar. Y tú, también, fuiste cambiando. Te encerraste en ti, por miedo a mojarte en mis aguas, tus pies de almíbar y seda, y fuiste cambiando; hasta que, tras nacerte duras alas de mariposa y acero, alzaste el vuelo. Para ser Cielo: mi Cielo ahora siempre paralelo y distante.

Y en la noche, me llega reflejándose en mis aguas, el aroma de tus dedos de Luna y estrellas. Pero nunca alcanzo a tocarlos. Otras veces, cuando llueve, llego a pensar que eres tú que vuelves, tratando de dulcificar mi abismo salobre. Pero sólo son las nubes desprendidas de mi angustia, buscándote en las alturas, que se me desploman sobre la espalda y las mareas como lágrimas, por la distancia insalvable que de ti me separa para siempre.

Hay algunas ocasiones, en las que tomo prestada la fuerza del viento, y elevo bramando mis brazos de espuma, con la débil esperanza de alcanzar a rozarte un instante. Pero todo es inútil, y mis alas de plomo, abatidas de vértigo, caen sobre mis ojos verdes sin esperanza, golpeándome con saña en el pasado, ese recuerdo que persiste melancólico, de cuando mis aguas vivas y agrestes te murmuraban poemas de amor imposible a la sombra de los álamos, y el rumor de la brisa peinando tus trigales, llegaba hasta mi cauce para decirme en el eco de mi voz que estaba vivo. Y alzo mi mirada de delfines que hace tanto no sonríen, tratando de verte una vez más tras la bruma del tiempo perdido. Y tú, impasible y azul, me devuelves tu silencio.

Después, cabalgando desbocado sobre el lomo de mis olas, pongo rumbo al ocaso que enrojece mis heridas desangrándome, en pos de la quimera de una postrera unión en la línea del horizonte. Pero esos confines de dulce y ansiada convergencia al infinito, no son más que un espejismo, y se alejan y se alejan con cada una de mis brazadas de naufrago. Y ya solamente soy mar. Desollado en las aristas de las rocas. Impotente. Reseco y amargo. Y tú, mi Cielo. Paralelo. Inalcanzable. Inexistente. Tan lejano.

Ya solamente soy mar; y tú, mi Cielo.

viernes, 13 de abril de 2007

Espero curarme de ti (un poema de Jaime Sabines)

ESPERO CURARME DE TI en unos días. Debo dejar de fumarte, de beberte, de pensarte. Es posible. Siguiendo las prescripciones de la moral en turno. Me receto tiempo, abstinencia, soledad.


¿Te parece bien que te quiera nada más una semana? No es mucho, ni es poco, es bastante. En una semana se puede reunir todas las palabras de amor que se han pronunciado sobre la tierra y se les puede prender fuego. Te voy a calentar con esa hoguera del amor quemado. Y también el silencio. Porque las mejores palabras del amor están entre dos gentes que no se dicen nada.


Hay que quemar también ese otro lenguaje lateral y subversivo del que ama. (Tú sabes cómo te digo que te quiero cuando digo: "que calor hace", "dame agua", "¿sabes manejar?", "se te hizo de noche"...Entre las gentes, a un lado de tus gentes y las mías, te he dicho "ya es tarde", y tú sabías que decía "te quiero".)


Una semana más para reunir todo el amor del tiempo. Para dártelo. Para que hagas con él lo que tú quieras: guardarlo, acariciarlo, tirarlo a la basura. No sirve, es cierto. Sólo quiero una semana para entender las cosas. Porque esto es muy parecido a estar saliendo de un manicomio para entrar a un panteón.

Bestiario (IV)

(Licántropo)

Hondo aullido cuando intuye,
Afilándose en el cielo
O abortada tras las nubes,
Que la Luna va muriendo.

jueves, 12 de abril de 2007

Bestiario (III)

(Camelus dromedarius)

Mientras ruego un espejismo
Que en el yermo dé sentido
A la arena apresurada
De la vida,

Con tu paso decidido,
Sin temor a sed o abismo,
De tu oasis me distancias
Sin medida.

Carta de amor para Nicole

Mi, amén de admirada, estimadísima y muy deseada carnalmente Nicole:

Supongo que ya, a través de eso que no sé porqué nos empeñamos en denominar medios de comunicación, te habrá llegado la noticia de que Marlene Dietrich y Ernest Hemingway mantuvieron un largo romance desde que se conocieron en 1934 a bordo de la Ile de France, hasta la muerte de aquél en 1961. Y que ahora, tantos años después, las cartas de amor que se cruzaron han sido expuestas al público en el Museo John F. Kennedy de Boston. Yo, como me queda un poco lejos, no creo que vaya. Pero no sólo por la distancia. Es que además, como tanto un gran escritor como una estupenda actriz y cantante no tienen porqué poseer necesariamente aptitudes notables para la redacción de misivas amorosas, y, sabiendo que, en la época que nos ha tocado vivir, se hace objeto de culto y negocio hasta de las bragas que se dejó olvidadas en un motel de carretera sin estrellas la asistenta de la prima lejana de una vecina de Patricia Arquette, como que estas cosas no dejan nunca de escamarme un poco. Pero bueno, no quiero decir con esto que, si es que así te placiese, tú no hubieres de acudir al John F. Kennedy en algún rato que tuvieses libre dentro de tu apretada agenda; que nunca se sabe.

También sabrás, por lo mucho que ya se ha aireado, que Ernest y Marlene, a pesar de su presunta pasión, no llegaron nunca a acostarse juntos. No, no me refiero a que, tras una noche salvaje de juerga, terminaran cayendo rendidos ante un profundo sueño sobre la misma cama. Quiero decir que, ya fuese en perfumado tálamo, ya en el probador de unos grandes almacenes, nunca llegaron a fornicar la una con el otro; que jamás a un tiempo aullaron de placer sin aliento, la columna vertebral arqueada al límite y espasmos incontrolables en las piernas y en el vientre, mientras mutuamente no paraban de decirse “más, más, sigue, sigue, no pares, no pares, oh dios”.

Y, ¡coño!, no he podido evitar pensar que, tal vez, Hemingway y yo hayamos sido algo así como dos almas gemelas. Porque yo tampoco dejo de preguntarme por quién doblan las campanas de la Iglesia de enfrente de mi casa todas las tardes cuando me despiertan en plena siesta. Y es que, ¡joder!, con el vertiginoso avance que han experimentado de un tiempo a esta parte las tecnologías de la información y del conocimiento, ya podrían buscarse los curas otro modo menos molesto y obsoleto de convocar a los fieles. Pero, si lo he pensado, ha sido sobre todo porque, tú y yo, de dulce y agitado fornicio, tampoco nada de nada.

Y lo peor de todo, para mayor gloria de este dolor testicular que amenaza con hacerse crónico y que sólo consigo aplacar levemente mediante una práctica inusitada del onanismo, es que tú ni siquiera me escribes. Sí, Nicole, cariño, sí, por si lo has olvidado, he de decirte que el próximo 20 de junio se cumplirán cuarenta años sin que me hayas enviado una sola carta, sin recibir ni una triste nota manuscrita por tus estilizados y dulces dedos de seda, en la servilleta arrugada y manchada de café con leche y mantequilla de un local de fast food. Será por eso que mi amor por ti es también inextinguible, incluso más que el que al parecer Ernest sintió por Marlene, según dicen, probablemente, porque jamás llegaron a echar tan siquiera un mal polvo apresurado.

Pero, Nicole, a pesar de tu prolongada indiferencia, te amo por encima de todas las cosas, y lo sabes endemoniadamente bien. Y no cejaré en mi empeño hasta que este excelso amor platónico que por ti siento se transforme noche tras noche en sexo salvaje y sin precauciones que nos haga temblar de gozo al alcanzar sincrónicamente el éxtasis sublime del orgasmo. Y si así no ocurriese porque nunca fuese tu deseo, aquí tienes mi corazón para que, si te reconforta, puedas romperlo por menos de una moneda de cinco céntimos de euro que yo aportaría gustoso de mi pobre bolsillo.

Te quiero y te abrazo firmemente y te beso fuerte.

Rafa

Huelva, a once de abril de 2007.

Posdata: No quiero despedirme sin aclararte, por si los devaneos sin importancia que he mantenido esporádicamente con ella hubieran podido ser uno de los motivos de tu abrumador silencio, que también hace décadas que no recibo ni una sola carta de Mónica Bellucci. Al igual que me sucede con Milla Jovovich. Así que sigue enojada todo lo que quieras. Pero detente en algún momento, chica, que nunca me he cansado de confesar a los más allegados que sólo hay una como la Kidman en el mundo, que nunca jamás habrá otra, y que me siento muy solo cuando te enojas conmigo.

miércoles, 11 de abril de 2007

El eclipse (Un relato de Augusto Monterroso)

Cuando fray Bartolomé Arrazola se sintió perdido aceptó que ya nada podría salvarlo. La selva poderosa de Guatemala lo había apresado, implacable y definitiva. Ante su ignorancia topográfica se sentó con tranquilidad a esperar la muerte. Quiso morir allí, sin ninguna esperanza, aislado, con el pensamiento fijo en la España distante, particularmente en el convento de los Abrojos, donde Carlos V condescendiera una vez a bajar de su eminencia para decirle que confiaba en el celo religioso de su labor redentora.

Al despertar se encontró rodeado por un grupo de indígenas de rostro impasible que se disponían a sacrificarlo ante un altar, un altar que a Bartolomé le pareció como el lecho en que descansaría, al fin, de sus temores, de su destino, de sí mismo.

Tres años en el país le habían conferido un mediano dominio de las lenguas nativas. Intentó algo. Dijo algunas palabras que fueron comprendidas.

Entonces floreció en él una idea que tuvo por digna de su talento y de su cultura universal y de su arduo conocimiento de Aristóteles. Recordó que para ese día se esperaba un eclipse total de sol. Y dispuso, en lo más íntimo, valerse de aquel conocimiento para engañar a sus opresores y salvar la vida. -Si me matáis -les dijo- puedo hacer que el sol se oscurezca en su altura.

Los indígenas lo miraron fijamente y Bartolomé sorprendió la incredulidad en sus ojos. Vio que se produjo un pequeño consejo, y esperó confiado, no sin cierto desdén.

Dos horas después el corazón de fray Bartolomé Arrazola chorreaba su sangre vehemente sobre la piedra de los sacrificios (brillante bajo la opaca luz de un sol eclipsado), mientras uno de los indígenas recitaba sin ninguna inflexión de voz, sin prisa, una por una, las infinitas fechas en que se producirían eclipses solares y lunares, que los astrónomos de la comunidad maya habían previsto y anotado en sus códices sin la valiosa ayuda de Aristóteles.

Bestiario (II)

(Abbadón)


Desolado por tu ausencia
Te rogué misericordia;
Me exigiste penitencia:
Silenciarte en mi memoria.


Mas por mucho que lo anhelo
Tu murmullo sigue vivo
Abismándome a mi infierno
De imposible arrepentido.


Que el perdón y la piedad
Son dos actos volitivos,
E imposible dominar
A voluntad el olvido.

martes, 10 de abril de 2007

Bestiario (I)

(Taenia solium)

Cuando pienso que pudiera
Ser mi vértigo motivo
Para que hayas confundido
Fortaleza con dureza,

Me amilano con la idea
De sentirme como helminto;
Y escondido en mi intestino,
Me devoro de tristeza.

Las grandes esperanzas (un poema de Jaime Gil de Biedma)

. . ............................... . . . . . . . . . . . . Le mort saisit le vif

Las grandes esperanzas están todas
puestas sobre vosotros,
. . . . . . ................. .. . así dicen
los señores solemnes, y también:
. . . . . . . . ........................ . . . . Tomad.
Aquí la escuela y la despensa, sois mayores,
libres de disponer
. ........... . .. . . . sin imprudentes
romanticismos, por supuesto.
La verdad, que debierais estar agradecidos.
Pero ya veis, nos bastan las grandes esperanzas
y todas están puestas en vosotros.

Cada mañana vengo,
cada mañana vengo para ver
lo que ayer no existía
cómo en el Nombre del Padre se ha dispuesto,
y cómo cada fecha libre fue entregada,
dada en aval, suscrita por
los padres nuestros
. . . . . . ............ . . de cada día.

Cada mañana vengo para ver
que todo está servido (me saludan,
al entrar, levantando un momento los ojos)
Y cada mañana me pregunto,
cada mañana me pregunto cuántos somos
nosotros, y de quién venimos,
y qué precio pagamos por esa confianza.

O quizá
no venimos tampoco para eso.
La cuestión se reduce a estar vivo un instante,
aunque sea un instante no más,
. . . . . . . . . . ..................... . . .a estar vivo
justo en ese minuto
cuando nos escapamos
al mejor de los mundos imposibles.
En donde nada importa,
nada absolutamente –ni siquiera
las grandes esperanzas que están puestas
todas sobre nosotros, todas,
. . . . . . .................... . . . . .y así pesan.

Jaime Gil de Biedma.

lunes, 9 de abril de 2007

Bocetos


Siempre, ya sabes, he preferido el lápiz a la tinta. Mejor aún si era de punta blanda… Como mis uñas, como mis ojos, como mi boca, como mis alas. Y no porque yo haya sido en todo momento un nefasto dibujante, sino por si había algo que no te llegase a gustar del todo de mis apresurados bocetos, poder borrarlo con mimo, sin que el papel se rompiese, para tratar de rescribirme de nuevo con más tino, más a tu gusto. Pero nunca supe a ciencia cierta si mis trazos fueron acertados. Me daba miedo preguntar, y supongo que tú tampoco quisiste hacer nunca una crítica demasiado severa de las manchas de carbón sin sentido que iba dejando en cada ocasión sobre las frágiles hojas celestes del cuaderno prestado que nunca llegó a pertenecerme; más que nada, quiero imaginar, por no romper del todo mi perfil requebrado. Y me borraba y me borraba y me borraba… Y lo emborronaba todo. En estos últimos días, con nocturnidad, pero sin alevosía, como si estuviese cometiendo un delito aborrecible, pero a un tiempo inevitable y no premeditado, me he dibujado no sé cuantas veces para volver de nuevo a borrarme sobre la última de las hojas que nos quedaba. A oscuras. En silencio. Solo. Con la lengua seca y los latidos sin sangre. Y se me ha roto. Me he borrado por última vez y se me ha roto; y ya no tengo donde volver a plasmar mi difusa sombra. Y lo peor de todo, ¿sabes?, son las manchas de café solo y sin azúcar, y de zumo de naranja agriado, que han quedado para siempre sobre el escritorio. Hoy, por última vez, me he borrado. Y me he roto; como un viento que se quiebra para hacerse añicos. Y en el vacío, algo que desconozco, me zarandea como si fuese el humo postrero de los rescoldos fríos de un tintero mojado. ¿Es qué tampoco encontraré un momento de calma en esta oquedad de alas dobladas?

Perversión (por Juan Cobos Wilkins)



En Huelva es aplastante el poder que ejerce la industria química y básica sobre las conciencias. Una industria que paga, como dice Antonio Orihuela en uno de sus poemas “periódicos, políticos, libros de poesía / y hasta la restauración de todos los santos y santuarios de esta ciudad / antes de llevarse por delante a los que acuden a las procesiones”. Muy pocos, por no perder ciertas prebendas, se atreven a levantar la voz contra este poder. Es por ello que, cuando un gran poeta, un escritor “redondo”, como Juan Cobos, lo hace, a algunos nos renace levemente la esperanza desde debajo de las ruinas de esta ciudad maltratada a manos llenas.

Perversión

El País Andalucía 08/04/2007

En un grano de arena puede estar la duna y el desierto, acaso contener todas las orillas, incluso las inalcanzables. O abarcar el tiempo que cae implacable en el reloj. Lo más pequeño, a veces, se alza en poderoso símbolo, se torna ejemplo universal. Taimada, artera, la perversión acecha como una tenia en los estómagos orondos de esta (y de aquella y de la otra) sociedad, y flota, encantada, satisfecha, en sus jugos gástricos. Ahí, en la panza, se reproduce sin causar al cuerpo social la menor fatiga, vómito ninguno. Sólo, eso sí, más hambre y más sed de sí misma. Hipnotizados, abotargados, ni el corazón ni el cerebro se rebelan. La perversión, sofisticada siglos atrás, no se anda hoy con sinuosidades y, reflejo de la velocidad de nuestra época, abandona los buenos modales -que también conlleva cierta refinada perversión- y pasa de tergiversar o perturbar la esencia de las cosas a corromper directamente tal esencia.

Un claro, o más justamente: oscuro, ejemplo de lo dicho queda patente en la lírica ocurrencia de la central térmica, sita en la maltratada ría de Huelva, de poetizar su cuestionada actividad revistiendo su epidermis con un texto de Juan Ramón Jiménez. Nada más, nada menos. Las industrias del polo químico onubense, úlcera de un tiempo histórico sin voz ni voto, elevan su no caído muro de Berlín, una ruidosa muralla de humos y contaminación que, lacerantemente y en nombre de ese progreso de pan para hoy, separa y aleja a la ciudad de su estuario, de la mar. La renovación o ampliación de la central térmica de ciclo combinado ha sido -es, es- uno de los caballos de batalla actuales, transmutado ya en caballo de Troya que en su interior oculta una soldadesca de intereses emboscados. Cada uno, por supuesto, con su correspondiente tenia bien aleccionada. Decía Oscar Wilde, quien tanto dijo y tan cruelmente acallaron, que lo más profundo es la piel. A ella han ido quienes han querido envolver "el regalo" de la térmica en palabra de poeta. Llegando a la ciudad de Huelva desde las tierras de Juan Ramón, ahí donde confluyen las aguas del río Tinto y las del Odiel, justo ante la mirada petrificada de Colón, aparece -mamut sobrevivido, dinosaurio del futuro- la poderosa fachada de esa industria, enorme, intimidante. Y pintada de azul y blanco (¿querrá simular los cielos o rendir homenaje a la bandera onubense?), en ella se ha reproducido un fragmento de uno de los capítulos de Platero y yo. Precisamente del titulado El Vergel: "Como hemos venido a la capital, he querido que Platero vea El Vergel". Capítulo que continúa: "El paso de Platero resuena en las grandes losas que abrillanta el riego, azules de cielo a trechos y a trechos blancas de flor caída que, con el agua, exhala un vago aroma dulce y fino. // ¡Qué frescura y qué olor salen del jardín, que empapa también el agua, por la sucesión de claros de yedra goteante de la verja! Dentro, juegan los niños."

No resulta muy difícil imaginar qué sentiría el Nobel, qué diría su verbo acerado y certero siempre al centro de la diana. Un poeta enamorado de la naturaleza, en deseante y deseada comunión con ella, héroe en vida y obra de la sencilla belleza pura, así utilizado, tergiversado así, traicionado hasta la obscenidad. "¡Qué mentira más triste ésta que hace la vida de verdades con mentiras, de purezas con suciedades!", dejó escrito él, y también: "Voy a la naturaleza para poner de acuerdo con ella mi poesía". La deshonestidad para con el pensamiento original se torna, incluso, burla, sarcasmo, y hasta provocación al reparar en el capítulo elegido y el lugar en el que se coloca. Indecentemente, sin rubor ninguno, sin el menor reparo o pudicia, se invierte, se da la vuelta, se usa falaz, impunemente, para maquillar el rostro picado de viruelas, feróstico. No importa traicionar el pensamiento, la obra, la vida. Tal es, no la osadía, sino la desvergüenza. En llana expresión: ¡si levantara la cabeza "el loco" de Moguer!

Pero este ejemplo, por muy insultante que resulte, no es más que lo enunciado al comienzo. Un ejemplo de la desfachatez actual para adulterar cuanto se tercie y pervertirlo en función de los intereses de turno, ya sean económicos, políticos, personales... No resta ámbito que no subvierta la infamia. Patrón y muestra tenemos, y día a día, noticia a noticia, padecemos en prácticamente todos los espacios de la vida pública. Y de ésta confundida interesadamente con la privada. La alteración y el trueque sin reparar en límites éticos -y no digamos ya estéticos- se lleva a cabo sin despeinarse, sin aflojarse el nudo de la corbata de marca, sin alterar el tipo y, por supuesto, con la más ladina sonrisa convincente. Ahora, rizado el rizo, los medios justifican el fin.

Recuerdo la desazón que me produjo la primera vez que, refiriéndose a un rosa hermosísima, escuché a alguien decir: "¡Qué bonita... es perfecta, parece de plástico!" Ahora, lo oigo, lo oímos todos los días.

Juan Cobos Wilkins

domingo, 8 de abril de 2007

El genio

- ¡Qué no me deje, no, qué no me deje; qué siempre, siempre, permanezca conmigo! –fue su tercer y último deseo, cuando ya todo lo hubo perdido. Y lo tuvo para siempre, como maraña de espinos, clavándose en su memoria.

Sin pruebas

Me contaron que, si breve,
Lo bueno, dos veces bueno;
Si jamás mordí tus labios,
¿Cómo he de darlo por cierto?

sábado, 7 de abril de 2007

Lo más sencillo no era el amor

(Retorciendo a Benedetti)

Mientras que él buscaba en sus delirios, un umbral dónde poder compartir momentos comunes, ella acudía a la consulta de un psiquiatra, para tratar de sumirse de nuevo en la cordura.

Dogma


Yo que mis salmos alzara a tu paso
Y comulgara en la luz de tu risa
Peno entre sombras ignotos pecados
Y entono cantos de amarga ceniza.

Yo que buscase al albor de tus ojos,
Faro, cobijo, camino y destino,
Hoy sin mirada e hincado de hinojos
En mis rüinas blasfemo perdido.

Y ante el altar carcomido del templo,
Ya sin abrigo de culto ni tiempo,
Me aferro a la improbable apostasía

De la desmemoria. Pero el recuerdo
De viejas liturgias sopla en el viento,
Dispersando mis ansias de herejía.

viernes, 6 de abril de 2007

Quincalla

Como brillo de diamantes
Refulge al sol tu pureza,
Pero en la sombra, distante,
Se torna amarga dureza
Que en mi espejismo me abate
Como tormenta de arena.

Su amor no era sencillo (de M. Benedetti)

Los detuvieron por atentado al pudor. Y nadie les creyó cundo el hombre y la mujer trataron de explicarse. En realidad, su amor no era sencillo. Él padecía claustrofobia, y ella, ágorafobia. Era sólo por eso que fornicaban en los umbrales.

Mario Benedetti.

jueves, 5 de abril de 2007

Cemento


Se detuvo el curso del agua
Y murió no nacido el murmullo
Del fluir de la vida al cobijo
De tarajes y olmedos sombríos.

Se quebró del salmón el periplo,
Retador del embate de los rápidos, triunfante
Por la fuerza conferida por la estirpe;
Y un grano de arena,
En pos de vocaciones marineras,
Fugitivo de un granito de siglos,
Pierde, cautivo del limo, para siempre
El abrazo salobre de las olas al ocaso.

La campana de la vieja iglesia
Suena en su herrumbre fantasma
Por abismos ahogados de silencio;
Y el bosque
Lleva en su tumba prendidas
Marmóreas letanías de progreso.

Juan y María arrastran,
Con la escasa fuerza de sus lágrimas resecas,
La yerma saudade melancólica
De escenarios de vida desahuciados;
Y el río
Muere en vida
Como amor
Con el corazón quebrado.

(Y allí, a lo lejos,
Un desierto de cemento).

"La dorada" y "La cena del condenado"

La dorada


Él no era más que un transgresor. Por su cumpleaños, le regaló un poema fundido a las vísceras de un pescado. Ella lo limpió, concienzudamente, y lo hizo al horno. Con mucha sal, como mandan ciertos cánones.


La cena del condenado


Tómese una dorada bien fresca (no ha de tener en sus ojos esa turbidez propia que se desprende con las lágrimas resecas de los muertos).


Introdúzcansele unos versos -a ser posible propios y que no estén impregnados de ese regusto evidente a plagio, tan característico de ciertos poemas- todo lo cerca que permita la esencia de los jugos biliares del pez, sin que alcancen a contaminarse mutuamente.


Agregar un poco de vinagre, y dejar macerar durante unas horas (es preferible que sean horas de sesenta minutos y que cada minuto se desparrame durante sesenta segundos hasta su último suspiro -o tictac, que, para el caso, viene a ser lo mismo-).


A continuación, proceder a limpiar bien el resultado, si es que algo digno de ser limpiado resultase, poniendo especial atención en no quebrar ningún verso, que, a veces, sangran.


Cubrirlo todo de sal y meter al horno, previamente precalentado a temperatura de deshielo, hasta que se haya visto completamente calcinada la cocina.


Entonces, llamar con urgencia a los bomberos, así como a algún especialista en salud mental (por si fuera preciso prestar apoyo psicológico a algún miembro del cuerpo, demasiado sensible).


Tras ser apagado el fuego, tómense los versos, procurando evitar el contacto directo con las manos, colóquense en una fuente de cerámica quebrada, y déjense enfriar por unos años (a ser posible de 365 días, se admite uno más en el caso de los bisiestos).


Finalmente, sírvase bien frío, como plato único, sin entrantes ni postre.


Et voila... Hay quién asegura que, además de poder llegar a resultar delicioso para paladares expertos en sinsabores, no deja de ser un alimento muy completo (ideal para soportar el tránsito interrumpido de aquellos que se dirigen al cadalso y se quedan anclados en el corredor de la muerte).


Bon appétit.



A petición del Kaiman de la Bahía, dejo este relato (La dorada), que tanto dio que hablar en su momento en la web de onubenses. A raíz del mismo, y partiendo de uno de mis comentarios a los comentarios, escribí también este otro texto loco (La cena del condenado), al cual encuadré en el género poético -por encuadrarlo en algún lado- y que publiqué en el Portal de El Recreo.