miércoles, 22 de agosto de 2007

Romancillo de la bella ausente

La pasada madrugada,

Azuzado por la ausencia

Y por el miedo a perder

Su recuerdo entre la niebla,

La he querido retener

En el color de un poema.

Y he pintado con estrofas

Manos blancas como perlas,

Su mirada como el cielo

Y sus labios como fresa,

El oasis de su vientre

Y su áurea cabellera.

Mas mi oda, con el alba,

Sepulté en la papelera,

Al pensar que no sería

Nunca fiel a su belleza

Ni su poeta angustiado

Digno, en la vida, de ella.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

como podes mantener tanta metrica no lo se... pero es algo que a mi a duras penas me sale... Mis aplausos!!

Anónimo dijo...

¿y ella sabía del dolor del poeta?

Anónimo dijo...

Eso digo yo, igual que Larrey... ¿Conocía la moza en cuestión que era causa de desvelos y ánimo de versos peregrinos...? Qué injusta es, a veces, la inspiración.
Vino y besos.

Anónimo dijo...

Es uno de los poemas más bellos que te he leído.
Precioso de verdad.
Un beso poeta. :)

Anónimo dijo...

Suena a una gran belleza, pero alguien que compone versos así para ella es más que digno en mi opinión. Beso

Anónimo dijo...

Usagi, sólo es cuestión de práctica y mucha lectura poética. Con esos dos ingredientes y el tiempo no es demasiado difícil.

Larrey, Kay, hay algunas ocasiones en las que casi no nos queda más opción que no querer saber. Por doloroso que sea para uno mismo y para los demás.

Gracias, mamen.

Leuma, puede que tengas razón. Digamos, pues, "inadecuado".

Anónimo dijo...

Yo creo que lo que se retiene en un verso permanece siempre y, el instante en que ello sucede, lo imagino eterno

Muchos besos