sábado, 22 de septiembre de 2007

La isla del tesoro

Cuando a tu húmeda isla se le sequen los cauces

Y ese helado zarpazo del invierno perpetuo

A la sangre que late con el ritmo lunar

Le arrebate el aroma…

Cuando el fresco bullir de sus aguas maduras

Como vela se apague, y todos los sedientos

Que hoy ansían saciarse del dulzor de sus frutos

La abandonen por siempre…

Yo, con sal en el alma, seguiré siendo el náufrago

Que aún espera poder cobijarse en su playa.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Así, sin desfallecer un ápice, hasta el final, persiguiendo alcanzar la ansiada y deseada orilla de la más confortable de las islas. Preciosa declaración de intenciones.
Ortiguillas bien fritas, en su punto de sal, y manzanilla de sanlucar.

Anónimo dijo...

Hermosa y generosa declaración de amor.

Abrazos.

Anónimo dijo...

Nos vemos en la isla...con unos cuantos libros bajo el brazo, eso si.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

Gracias, Kai, sin esperanza, pero firme en los convencimientos, ya ves. Así que ¿no era la esperanza, verdad?.

Gracias, mamen, que a ti, con tu sensibilidad, te lo parezca, me permite pensar que no estuve tan desacertado.

Prometeo, y unas cervecitas también ¿no podría ser?

Abrazos.

Anónimo dijo...

Me sumo a las cervecitas...