miércoles, 26 de diciembre de 2007

En el octavo día


A Estel Julià

Y entonces dijo el Hombre:

Háganse los minutos;

Háganse también las horas,

Los días,

Los meses, los años; esclavicemos

Al sol en su periplo,

La aurora y el ocaso, y al díscolo vaivén

Del agua en las mareas;

Decapitemos las alas al tiempo,

Para así dominar

Los cielos, el fuego, la mar y la tierra,

E imperar sobre el Mundo.

Y nació en ese lapso el ritual

Qué en la vida señala los instantes

De la liberación obligatoria,

De instruir nuevos rumbos, soñados y falaces,

Que siempre nos terminan arrastrando

Al mismo putrefacto sindestino.

Y así sucede que

Con cada 31 de diciembre,

Debemos desear que todo cambie

Para que todo al fin

Permanezca. Que el cambio

Sólo florece en el día tras día,

Sin esquirlas ni marcas señalando

Pautas a la existencia, luces al calendario.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola primo.

Siempre me pregunté
la causa, el porqué
de estas divisiones,
de estas sanciones.

Planetas que giran,
noches y días,
lunas, soles,
calendarios de colores...

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

El hombre hace esto para no perderse. La necesidad de contar para situarse en el supuesto caos.
La necesidad de ordenarlo para comprenderlo.

Y la necesidad de programar de desear cambios. Cambios efímeros.
Al fin y al cabo, como nosotros...

Abrazo sin fecha de caducidad.

Anónimo dijo...

Tal vez, primo, la "invención" del tiempo por el hombre, tuviera en su origen ese objetivo de no perderse en el caos, sólo tal vez, pero, en mi opinión, lo que sucedió fue todo lo contrario, que el hombre terminó por perderse en esa tela de araña que urdió en con los mimbres del tiempo y en el que quedó atrapado.

Nos dice Ryszard Kapuscinsky: “El europeo y el africano tienen un sentido del tiempo completamente distinto. (...) Los europeos están convencidos de que el tiempo funciona independientemente del hombre, de que su existencia es objetiva, en cierto modo exterior, que se halla fuera de nosotros y que sus parámetros son medibles y lineales. Según Newton, el tiempo es absoluto: ‘Absoluto, real y matemático, el tiempo transcurre por sí mismo y, gracias a su naturaleza, transcurre uniforme: y no en función de alguna cosa exterior’. El europeo se siente como su siervo, depende de él, es su súbdito. Para existir y funcionar, tiene que observar todas sus férreas e inexorables leyes, sus encorsetados principios y reglas. Tiene que respetar plazos, fechas, días y horas. Se mueve dentro de los engranajes del tiempo; no puede existir fuera de ellos. (...) Entre el hombre y el tiempo se produce un conflicto insalvable, conflicto que siempre acaba con la derrota del hombre: el tiempo lo aniquila”.

Abrazos sin relojes.

Anónimo dijo...

Abrazos retrasados.

Anónimo dijo...

El hombre quiso enjaular al tiempo y el tiempo lo devoró...

Cuánto más lo controlamos más deprisa pasa.

A propósito de esto, un día me pasó una cosa muy extraña...Iba muy lenta en mis actividades, lentísima. Miraba el reloj de vez en cuando creyendo que se me haría tarde...y parecía que el tiempo iba más lento todavía.
Al contrario de la mayoría de los días, en que el tiempo parecía ser más rápido que yo.

Abrazos

Anónimo dijo...

Hola Rafa,

Vaya poemazo que nos has dejado, es como una oración que debe ser pronunciada ese treinta y uno de diciembre.
Gracias por la dedicatoria, no la merezco, aunque sé que este poema con el que nos deleitas tuvo que ver algo con uno mío titulado "Huecos en el calendario", lo intuyo y me enorgullece haber sido la fuente donde tus labios se posaron un dia del mes de diciembre.

Me lo llevo para cuando esté de viaje, saltando entre aeorpuertos degustarlo, más si cabe.


Gracias de nuevo amigo,


Un beso,



Estel J.