sábado, 22 de diciembre de 2007

Qué horror


Y si al fin, con el sol en el ocaso,

Amaneciese en mi cielo una estrella

Que hiciese que, sin labios tomados de la mano,

De nuevo caminásemos unidos

Desbrozando a bocados la maleza

Que en mi tristeza se alzó a nuestro paso…

Qué horror de tiempo perdido,

Culpándome;

Imponiendo con gesto inapelable

Su más dura sentencia,

La sentencia

De lo nunca vivido.

Mas después, oh dios mío,

Qué dulcísima muerte.

Fotografía: Ralph Heimans.

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