domingo, 20 de abril de 2008

Y al séptimo día… el poeta comprendió


“...qué pasaría si naturalmente les ocurriese esto: que uno de ellos fuera liberado y forzado a levantarse de repente, volver el cuello y marchar mirando a la luz y, al hacer todo esto, sufriera y a causa del encandilamiento fuera incapaz de percibir aquellas cosas cuyas sombras había visto antes.”

Platón

Ajeno a toda luz, en su clausura,
el mundo edificaba con sus versos:
la amante gemebunda, pechos tersos
en labios de su amante; la espesura

del bosque recorrida por la pura
lengua de arroyos límpidos; inmersos
en la paz, los paisajes más diversos;
y al hombre, en pie, sin carga ni atadura.

Cuando hubo tal paraíso concluído
y salió de su cueva satisfecho,
tras ver al hombre exánime y vencido,

sin paz ni amor, cautivo, hecho un desecho
en medio de un erial seco y crecido,
por siempre se volvió a su umbroso lecho.

Abril de 2008 – enero de 2012

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy hermoso este soneto, Éxodo, da gusto leerlos de vez en cuando.
Has sabido resolver perfectamente el relato; muy a destacar, el primer verso y el último, lo hacen redondo.
¡Enhorabuena!

Un beso.

Soledad.