martes, 10 de junio de 2008

Inquisición


Nunca entendió por pecado
El anhelo de estar vivo
Ni el buscar de entre las sombras
Una lumbre a su camino.

Pero a los ojos sin tiempo
Que pretendió por destino
Un monstruoso aquelarre
Era su credo sentido.

Sospechoso de herejía,
Fue en el destiempo sumido
Frente al duro tribunal
De la ausencia y el hastío.

Urdió el sumario el silencio
Dictó sentencia el olvido:
Huera cadena perpetua
Que hizo cenizas su sino.
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3 comentarios:

Anónimo dijo...

que triste... :-/

Anónimo dijo...

Yo creo que el destino está en nuestra mano, que somos nosotros quienes vamos dibujando caminos, y que está en la actitud encontrar la luz suficiente para volver a vivir....y resucitar.


Un aliento.
Sandra

Anónimo dijo...

El ser distinto tiene un precio muy alto la verdad, pero aún así vale la pena pagarlo.

Besos.