lunes, 20 de octubre de 2008

E.P.D.



Miserarum est neque amori dare ludum, neque dulci.

Horacio

De súbito, la noche,
Y piérdense las huellas, como espectros,
Y, exangüe, el horizonte en el ocaso.

Aquella luz que, un día, en tus jardines,
Pensando en otra llama no encendiste,
Se agosta sin haber nunca existido
Ni ser progenitora en otra aurora.

La sed del laberinto sin estanques,
Que alzaste, alfanje, a golpe de salterio,
Se funde como sal bajo la lluvia
Vertiéndose hacia un mar de polvo yermo,
Eternamente quedo y sin fontanas.

Y allí, bajo el ciprés y la alta luna,
Grabado sobre el mármol, indistinto,
Tan sólo un epitafio, mudo y gélido,
Será el precario resto que atestigüe
Tu recto proceder adoctrinado.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Siguiendo los senderos de tierra, leves surcos de lluvia a los lados, te encuentro y deposito una corona de flores a tus pies...un fuerte abarzo.