lunes, 10 de noviembre de 2008

Desdén


Qué inerte la penumbra en la mazmorra
sin nadie que celebre los gemidos.

(Si al menos un verdugo acompañase
mi lúgubre sollozo, a carcajadas,
tendría algún sentido esta agonía
de estériles pupilas calcinadas).

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo siempre te acompaño, o lo intento, aunque tú ya no lo hagas.
Besos de siempre

Milena dijo...

Desde luego, Poeta, el dolor compartido es menos dolor.

Ocurre, no obstante, que uno procura salir de su mazmorra a diario y, humanos somos, preferiría entrelazar la mano del amigo en un paseo al aire libre, por un bosque otoñal, ahora que el otoño pinta de rojo-naranja la naturaleza.

Besos