domingo, 18 de abril de 2010

Bastardo de las sombras


BASTARDO de las sombras, huyendo de su aliento, se afana en subsistir entre penumbras; sus ojos no soportan ya el celeste. Los vivos lo desprecian, los muertos, con desdén, le escupen a sus sueños. No sabe a qué atenerse; los espejos, ambiguos, a veces son cauterio, siempre daga. Decapitado, ya no canta, gime renegando del son y las estrellas. No obstante, en ocasiones se traiciona, en busca de sus huellas, talándose los párpados, soñando un salmo nuevo. La luz lo tinza entonces de una niebla, chirriante y descarnada, igual que la osamenta de una pérdida. Queriéndose morir tan sólo alcanza a, agónico, pudrirse entre los cuervos que adoran esa luz falaz y esquiva que, anónimo, ya nunca reconoce. Sobre su alma sin cuerpo, que aterrada respira, que se asfixia amarilla, ha tejido un cadáver un sudario azul cielo.

1 comentario:

MaLena Ezcurra dijo...

Terrible y bello!

No sé si voy sensible, pero me hicieron llorar tus palabras.


Te abrazo, buena semana.


M.