lunes, 26 de abril de 2010

El cuento de la buena pipa


-¿Quieres que te cuente el cuento de la buena pipa? –le dijo, con la mirada turbia de ginebra.

Él, que estando bebido tenía el hábito de buscar dobles sentidos a las palabras, cayó de súbito, abstraído y silente, en una profunda ensoñación colmada de fantasías eróticas.

-¿Que si quieres que te cuente el cuento de la buena pipa? –insistió ella, sacándolo del fondo suave y cálido de sus alucinaciones.

-Así no era ese cuento –respondió, un tanto ofuscado, más que por la ebriedad, por tan brusco regreso a la realidad de aquel sucio tugurio sin emoción ni encanto.

-Ya. Consecuencias de mi mala memoria. Y de la premura; sale una a toda prisa de casa y se deja en ella las cosas más importantes.

-No entiendo –dijo él.

-No importa. Pero marchémonos ya; se ha hecho tarde.

-¿Vives cerca? Lo digo porque, si así fuese, podríamos subir a tu casa a ver si allí lo recuerdas. Además, con la hora que es y lo lejos que queda mi apartamento, quizá, si no te es demasiada molestia, me podría quedar a pasar la noche –le dijo sin demasiada confianza en sus posibilidades.

-Como quieras –dijo ella, dejándolo gratamente sorprendido con su inesperada respuesta.

***

-Ya estamos; ¿te apetece tomar algo?

-Sí, me gustaría algo caliente –dijo él, visiblemente excitado, y jugando de nuevo con los dobles sentidos del lenguaje.

-Está bien, sírvete lo que gustes. Y discúlpame unos minutos; siempre procuro ponerme algo más cómoda antes de disponerme a gozar del único placer al que ya le encuentro sentido en esta vida.

-Espero impaciente. Y no te olvides de lo de la buena pipa –le dijo, giñándole un ojo con torpeza, antes de verla desaparecer en una de las habitaciones contiguas.

-Eso es algo de lo que, pese a mis continuas lagunas mentales, nunca me olvido a estas horas –respondió ella desde detrás de la puerta, en tanto él comenzaba a experimentar una erección que se le antojó no tendría límites.


***

Con aquél picardía de satén negro que apenas llegaba a cubrirle las nalgas, lucía esplendorosa. Era, sin duda alguna, una mujer con la que la naturaleza se había mostrado particularmente pródiga. Se sentó frente a él y, tras exhalar la primera bocanada de humo, le dijo:

-¿Ves?, a esto me refería; nada como una buena pipa antes de irse a dormir. Ahí enfrente tienes el baño y esa de la derecha es la habitación de los invitados.

Él, como ya era costumbre en cada ocasión en que el fracaso devastaba sus ilusiones, sacó la cajetilla de tabaco para tratar de ahogar su frustración en las emanaciones tóxicas de un pitillo.

“FUMAR PUEDE PERJUDICAR SERIAMENTE
LA SALUD DE LOS QUE ESTÁN A SU ALREDEDOR
Y PRODUCIRLES PADECIMIENTOS
INSOPORTABLEMENTE DOLOROSOS”

-Sin duda –masculló para sus adentros-, porque, lo que es a mí, esa buena pipa me acaba de ocasionar un dolor de cojones.

6 comentarios:

Dafne dijo...

Genial!!!!!
Me encanta el cuento de la buena Pipa???
Puedo contarlo en tu nombre????

Besos!

Marisa Peña dijo...

Me has hecho pasar un momento genial;)Gracias, lo necesitaba.Un beso

María Fernández Lago dijo...

¡Vaya! Te me has adelantado : )

ralero dijo...

Me inspiraste, María. Y me salió casi de corrido... no, no, de corrido, no, quise decir casi de tirón, jajajaja.

Abrazos.

Ps. Ah, está dedicado a tí, por esa inspiración, pero me dió un poco de corte, ponerlo al principio de la entrada. Como es tan políticamente incorrecto. Espero tu versión.

Reina dijo...

No sé si será políticamente "correcto" o si es por incorrecto que aún sonrío.

Genial!!!! :-)

ralero dijo...

Lo cierto, mi Reina, es que yo prefiero pensarlo incorrecto. Y que me divertí como un cochino ideándolo y después escribiéndolo. La polisemía es uno de los placeres más gratos del lenguaje. Aunque no tanto como una buena pipa antes de irse a dormir, je, je.

Besos.