viernes, 11 de febrero de 2011

La ausente (XXXII)


(qué infausto es el azar cuando la suerte
termina donde se alza la distancia

ese espacio que media entre la piel
que ajena al tacto abarca la mirada
famélica y a un tiempo inapetente)

tras largo tiempo dándome a espada
me otorgas un instante frente a frente

vedado el alimento de la carne
tus senos abundantes y en sazón
debieran despertar el apetito
iluso sucedáneo sin nutriente
de la pupila anémica y cansada
pero esta sed de luz pero tus ojos
antaño puerta al fondo hoy sólo bruma
cautivan como imanes las penumbras
de mis cuencas vacías

y crece en ti la niebla
y crece en mí el espanto
ahondando la distancia

1 comentario:

Milena dijo...

La distancia del silencio
sí que es del todo infranqueable

abrazos, Rafa; y luz, mucha luz celeste, que en esas cuencas vacías
brote sedosa el agua