lunes, 7 de noviembre de 2011

Tribulaciones de una crisálida (VII)


Soñé que la semilla aquella frágil que se llevó la lluvia aguas abajo, cubierta por un manto de hirsutos sedimentos, aún respira. Y ando desde esa noche como loco, abriendo con las uñas las entrañas a la tierra, talando la maraña que la cubre con los dientes, escupiendo a los cielos con encono por esta eterna noche sin estrellas que anula el firmamento. Y arrastro mis entrañas por los páramos, dejándome la piel entre las piedras, el aliento enredado entre los huesos que exhumo por mis ansias desbocadas turbando la ataraxia de los muertos. Y aullando como un alma de ultratumba invoco ¡ROSA!, sin que un eco piadoso me traiga entre sus alas siquiera su fragancia.

2 comentarios:

Milena dijo...

Si no soñamos eso.... si dejamos de soñar en semillas que puedan llegar a germinar...¿Qué sentido tendría muchos de nuestros momentos?

Abrazos, Poeta jardinero !

Estefanía Martín dijo...

Seguir soñando lo que parezca imposible, pues a veces se convierte en realidad.

Mejor la improbabilidad que la imposibilidad.

Abrazo