miércoles, 28 de diciembre de 2011

Desolación



(el yerto palpitar de la memoria)

No haberte conocido.
Cómo iba a sospechar
todo este tiempo atrás
de buscarte y perderte
sin haberte encontrado,
que un día este sería
mi más grande deseo.
Que rogaría al cielo,
sabiéndolo aun vacío,
que todos estos años
tan sólo hubiesen sido
un espantoso sueño
del que, al llegar el bálsamo
cordial de la vigilia,
no queda más que un trémulo
y vacuo sudor frío.
Que invocaría al diablo,
que habita mis adentros,
como un endemoniado,
para entregarle mi alma
a cambio del olvido.
No haberte conocido.
Para poder vivir
-porque esto ya no es vida-
sin esta desazón
de saber con certeza
que hasta el fin de mis días,
no seré para ti
ni un ignorado espectro,
intangible y ausente,
que, a pesar de cargarte,
exánime y sin fuerzas,
sin tregua en la memoria,
ya no te reconoce.
No haberte conocido.
Para acaso tener
un día la ocasión
-la que nunca gocé
ni jamás gozaré-
prodigiosa y sublime
de poder conocerte,
no habernos conocido.
No haberte conocido.
No haberte conocido.
No haberte conocido.

No haberte

conocido.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Dice Punset que en una región del cerebro viven las neuronas que nos hacen olvidar. ¿Serán diabólicas o no ? Tu dices poéticamente : "Que invocaría al diablo, que habita mis adentros, como un endemoniado,
para entregarle mi alma a cambio del olvido.