domingo, 11 de marzo de 2012

La carcajada azul de los espejos...


La carcajada azul de los espejos,
sumándose a la sed, me paraliza
aun más que el picotazo emponzoñado
del aguijón del tiempo.

Al principio de todo,
cuando la nada se atavió con el disfraz
de aliento dando sangre y piel al verbo,
la idea de la muerte era un espanto:
tal vez no hubiese tiempo para, en vuelo,
viajar hasta las nubes y, en su tálamo,
vibrar en coito acuoso con la aurora:
afán por engendrar de un fuego fatuo
la flor inmarcesible de lo eterno.

No sé cuántos ensayos de ave fénix
dieron con mis anhelos contra el frío
del negro corazón de las cenizas,
hasta una noche abrir por accidente,
frente a la luna el párpado intuyendo,
al contemplar mi imagen en su azogue,
que el único periplo, único vuelo,
que se permite al légamo es la muerte.

No sé cuántos golpazos para al cabo
con el muñón de un sueño en las espaldas,
pesado como un ala no engendrada,
ser lágrima rogándole al verdugo
la gracia del fatal y último ensayo.

3 comentarios:

Paloma Corrales dijo...

Uf. Qué dura esta carcajada.

Un beso.

erato dijo...

Me quedo con las tremendas sacudidas que tus letras han provocado hoy por dentro.Qué maravilla! La vida y la muerte sellada en la boca...Abrazos y marejadas

Anónimo dijo...

muy gongorino y sin rima