viernes, 20 de abril de 2012

Aquelarre


El tan nombrado milagro chino no es más que un pacto diabólico por el que, a cambio del crecimiento económico del país al servicio exclusivo de sus mandatarios políticos, estos entregan a la selecta elite de los diablos del capital un pueblo esclavo y maniatado, y unos recursos naturales listos para ser devorados sin medida por la bestia capitalista. Podría parecer paradójico que algo así se produzca en un país que se autodenomina comunista. Pero es que el comunismo, el verdadero comunismo, ese que puede que nunca haya sido puesto en práctica a lo largo de toda la Historia, es o debería ser algo muy diferente: frente a competitividad, odio y tristeza; cooperación, amor y alegría.

1 comentario:

Anónimo dijo...

El humilde chino es una máquina humana que trabajo casi sin descanso. Si Carlos Marx levantara la cabeza lo llamaría de todo, menos comunismo