lunes, 9 de abril de 2012

Mis heroínas favoritas de la Edad Media (2): Juana de Arco (Carlos Parejo)


Como si de personaje de videojuego se tratase, combinó una triple condición: hada celta, santa cristiana y amazona guerrera. En su infancia y adolescencia correteaba y jugaba por los bosques de su pequeño pueblo francés como cualquier chavala. Agrupada en corro con otros chicos de su edad, veneraba al árbol mágico –el más longevo y grandioso de su pueblo-cantándole viejas canciones a cambio de deseos. Y trenzaba coronas de flores para las hadas del bosque, que así la protegían.

Muy tempranamente –con tan sólo once años- atisbó que era una mujer especial. El mago Merlín adivinó muchos años antes que esto sucedería. En medio de las conversaciones, entraba en éxtasis y predecía el futuro o descubría cosas del pasado que resultaban desconocidas. Ante el acoso de cualquier enemigo era capaz de transparentar sus pensamientos ocultos más peligrosos, así como de ver dónde se encontraban cosas escondidas, tanto muy cerca de ella como a cientos de kilómetros.

A los quince años se le aparece el Arcángel Miguel. Baja del cielo para anunciarle que dará su vida a los dieciocho años, tras haber dirigido la campaña militar que expulse de su patria francesa a los invasores ingleses. Los primeros meses la tomaron por loca. Pero fue convenciendo a todos. Según confesaba Juana, discutía escrupulosamente con “mis voces”, Santa Catalina y Santa Margarita, cada paso a seguir. Su prueba definitiva de santidad cristiana la dio al filo de la muerte. Subía a la pira donde iba a ser quemada por hereje, y pidió - como última voluntad –un trago de agua bendita para digerir serenamente tan penoso trance y mientras ardía susurraba: Ven a mí, Jesús.

Además fue la amazona guerrera más valiente y esforzada que nunca conoció la historia de la patria gala. Vestía traje negro, sin ropa intima, y botas altas de varón. Y como tal, se había cortado el cabello a la altura de las orejas. Cuando estaba en campaña dormía bajo las estrellas, tapada por una manta de lana, completamente desnuda. A pesar de que algunos la tachaban de anoréxica y hombruna, también tuvo su coquetería. ¡Qué emocionante fue contemplarla al frente de los ejércitos¡ Menuda y gatuna entre gigantes paladines, montada en un caballo blanco, y embutida en un traje de hierro que deslumbraba a los enemigos con su blancura, hasta el punto que la creían un ángel exterminador. Portaba en su mano la espada de emperador Carlomagno. En uno de sus éxtasis la había encontrado, tras yacer abandonada desde cientos de años atrás, detrás del altar de una iglesia. Hoy, casi todas las poblaciones de Francia, desde la aldea mas pequeña a las grandes urbes, le tienen dedicada una plaza a esta incomprendida de su época.

Para saber más: TWAIN, MARK. Juana de Arco. Editorial Molino. 1986.

Ilustración: Juana de Arco recibiendo el mensaje
del arcángel Miguel, Eugene Thirion (1876).

© Carlos Parejo Delgado

1 comentario:

Milena dijo...

¡qué personaje ! ¡es verdad! su vida cualquier cosa menos anodina... y siempre he sentido admiración por la gente que siente entusiasmo, no importa hacia qué, pero el entusiasmo qué grande es !

saluditos