domingo, 11 de noviembre de 2012

Mucho que contar


Era un escritor sumamente meticuloso. Tanto que, tras dos décadas en el oficio -como a él le gustaba llamarlo-, su producción literaria se limitaba a un centenar de poemas breves, dos relatos cortos y un ensayo de tintes surrealistas, que no llegaba al millar de caracteres, al que había puesto por título “Cucarachas”. Su mayor obsesión era evitar todo lo superfluo, usar sólo las palabras estrictamente necesarias para expresar lo que en cada momento pensaba que tenía que contar. También era un escritor desconocido. Y no es que sus textos careciesen de calidad, es que todo lo que escribía terminaba en el fondo de un cajón sin haber llegado nunca a ser leído por nadie. No tiene mayor interés -se decía. Por eso, cuando aquella idea se alumbró cegadora en su cerebro, la acogió con entusiasmo. Aquí sí que hay algo interesante -pensó satisfecho y a un tiempo un tanto abrumado por el arduo trabajo que estimaba tendría que hacer para darle forma definitiva antes de sacarlo a la luz. Se pasó años dándole vueltas en la cabeza, sin escribir una sola palabra, eliminando adverbios y adjetivos, cambiando sustantivos por pronombres. Finalmente, cuando dio por concluido el trabajo, tomó un folio en blanco, lo dobló por la mitad y, tras arrojar a la papelera con desprecio todo lo que había escrito hasta entonces -respecto a “Cucarachas”, tuvo un instante de duda-, lo depositó con mimo en la oscuridad de aquel cajón ajeno al mundo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

El escritor famoso llega a serlo porque se propone ser conocido y lucha por ello infatigablemente. Solo le imaginacion y el genio no valen. Aquí el manager es uno mismo