sábado, 3 de noviembre de 2012

Profecía


Desconozco las causas
-es claro que estás tú, pero no es eso-
que me hacen dar a luz a útero herido
al ídolo de barro sin aliento
que habita, desahuciándome, las carnes del poema.
¿Qué soy? ¿De dónde vengo? ¿Adónde voy?
¿A qué el amor, la sed, los sueños,
la desesperación? ¿A qué esta inútil
lucha contra el salitre, el óxido y la noche?
¿A qué tanta pregunta sin respuestas?
No es esto, no, no es nada de esto. Acaso es sólo
el ansia por negar la omnipresente
certidumbre que acecha, nos acecha,
en agua, vendaval, hoguera y piedra,
de sol a sol, de lo alto a lo profundo,
con luctuosa ternura, ataviada de olvido.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es muy triste llamar luctuosa a la ternura, ese milagro de la vida humana