lunes, 21 de enero de 2013

Crónicas del arco iris (3) Carlos Parejo Delgado


El edificio de Andalucía se tambalea desde hace cinco años, cuando el mercado de valores tiembla a la baja cada cierto tiempo. Ya sea por los bancos, las constructoras o por los cuantiosos créditos para pagar la deuda de los gobiernos. Una vez resquebrajada la “burbuja” inmobiliaria, ahorradores y especuladores han entrado como tiburones en las finanzas, para pescar lo que sea en tiempos de “escasez”.

Las periferias de las ciudades andaluzas se han llenado de urbanizaciones fantasmas, que llegaron demasiado tarde a la fiebre especuladora del ladrillo. El litoral atrae cada vez menos extranjeros, de tan caro, masificado y vulgar, cuando hace medio siglo era un paraíso casi intacto.

Se vuelve la vista a otros lugares. Las instituciones han gastado mucho dinero en otro tipo de turismo. El de sus parques naturales no acaba de despegar. Estos rincones siguen colmados de rigideces burocráticas y grandes propiedades alambradas. Las ciudades históricas “con encanto” se han metamorfoseado en callejeros “parques temáticos”, donde el foráneo ya no es un extraño repasado continuamente por miradas chismosas e indiscretas, sino un bolsillo bien provisto al que hay que tentar con mil y una zalamerías.

Los amigos de mis hijos marchan a trabajar fuera, pero no van sólo con sus maletas como hace un siglo. Jacinto, gerente de una empresa naval, diseña buques en Sudamérica que le alivian de la pena de ver sus astilleros casi parados; Ramón y Florencio trabajan para dos “grandes” de la construcción, la ingeniería y el medioambiente, dirigiendo proyectos en los cinco continentes. Fidel ha abierto una tienda “delicatesen” en Frankfort (Alemania). Y cuando hablamos, siempre suspira deseando que Andalucía siga siendo la principal despensa de aceite de oliva, frutas y hortalizas de Europa. Y Sara, siempre tan artista, dirige una agencia de flamenco en Tokio (Japón), nombrada empresa “gacela” del año.

© Carlos Parejo Delgado

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