viernes, 11 de enero de 2013

Negrura

“Je n'ai pas envie de vivre et j'ai peur de la mort.”

Michel Houellebecq

Anoche, cuando todos –salvo los basureros,
algún que otro borracho
y unos pocos agentes somnolientos
del orden represivo–
dormían en la ciudad de los insomnes,
estuve sopesando en la azotea
las posibles salidas –pros y contras–
al caos que de hace tanto me atormenta.
Lo cierto es que, por no decir ninguna,
no hallé muchas opciones
y, absorto como estaba en el asfalto
hirsuto que imanaba mis sentidos,
no puedo atestiguar que en la insondable
negrura titilase alguna estrella.
En vista de lo visto
–quiero decir lo oscuro y la ceguera–
me puse a calcular tiempo y distancia,
la fuerza del impacto –¿dolería?–,
así como hasta donde alcanzaría
a salpicar la noche de vísceras y sangre.
Imaginé la escena: era dantesca;
mi ser deslavazado y sin aliento,
¿exánime?, de bruces contra el suelo
–¿se oyen, ¡horror!, se escuchan
aún, roncos, los pingajos de un gemido?–
las piernas y los brazos, quebrados, retorcidos,
la cabeza hecha añicos, reventada
como un melón maduro, y en el rostro
una mueca de espanto, y sangre, ¡sangre,
torbellinos de sangre desahuciada!,
y todo ello sirviendo de alimento
a una jauría de ratas sin, al menos,
poder contar con alguien por testigo
–salvo un borracho, un basurero, etc.–
que hiciese un correlato de los hechos,
negando se tratase de un suicidio,
por ser un acto urgente de piadosa eutanasia.
No pude contener miedo ni náuseas,
y salpiqué el asfalto con los restos
de tedio y vino tinto de la cena.
Después me fui a la cama y, en la absurda
fruición del diazepam, me fui durmiendo,
con saña reprochándome a mi mismo,
no ser más que un inútil pusilánime

1 comentario:

Anónimo dijo...

Los impulsos suicidas con tristes de asumir por las otras personas, con las que compartes una trayectoria, unas vivencias, unos afectos...El suicidio corta la historia común con sus sangrientas tijeras