viernes, 22 de marzo de 2013

Indefensión aprendida

Detengo mi Peugeot 306
obedeciendo la orden de un semáforo.
De súbito, como una aparición,
te veo cruzando el paso de peatones,
y no soy más que un automovilista
soñando estar tomado de tu mano,
frente a la luz en rojo (de carencia).
Nunca llegué a contártelo.
Pero esto sucedió hace mucho tiempo
–parece que fue ayer o ha sido siempre–
cuando aún desconocía el desamparo
de sueños y de miembros amputados
que inflige la distancia.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿Cuántos semáforos rojos nos encontramos cuando tratamos de expresar nuestros sentimientos ? Miles de Miles