miércoles, 19 de junio de 2013

El Caso (Agustín Casado)

Los que tengan una edad,
lo menos cincuenta acaso,
sabrán bien en qué me baso
si me da por afirmar
cómo de golpe y porrazo
hemos dado un salto atrás
y aunque en versión digital
vuelve a publicarse “El Caso”,
el siniestro semanal
del matarratas en vaso,
de los fiambres en pedazos,
el del crimen pasional,
aquí una pierna, allá un brazo,
carajillos de zotal,
por la espalda el frío puñal
y en la cresta un buen hachazo.
Huerfanita virginal,
dieciséis años escasos,
en pecaminoso abrazo
asaltada en su portal.
La brigada criminal
siluetas traza en un trazo
de tiza sobre el terrazo,
la pesquisa más sagaz
tras la pista, tras los pasos
y echarle por fin el lazo
al abyecto criminal
que cayó en el error craso
de pasarse en la coñá
y vendiolo un chivatazo.
Y tras de plano cantar
ya ve sólo el fogonazo
del fotógrafo de “El Caso”
antes que de madrugá,
y eso sí, tras comulgar,
le dieran de garrotazo
en el patio del penal
pasaporte al más allá
con Viajes El Ocaso.
Lectura de barbería,
escalofrío que escalofría
si te ibas a afeitar
y junto a la nuez sentías
cerca de la yugular
el ras-ras del rasurar
de esa navaja tan fría
al tiempo que alguien leía
en voz alta relatar
el sinfín de fechorías
que al barbero hacen temblar.
Pero ya no hay barberías.
Y desde ese mismo día
no se edita aquel papel,
porque imagínese usté
que su fino esteticién
del hairdresser unisex
se encontrara cualquier día
por el Vanity en couché
esa otra prensa sombría
con la gris fotografía
de la Bestia de Entrevías,
el que se comió el bebé.
Pues le da una apoplejía
que lo tiene todavía
con los ojos del revés,
“¡Oigg, por Diosss, qué ordinariez!”
Ahora no viene en papel
mas ha vuelto la negrura
de una nueva dictadura
casi peor que la de aquél,
y en épocas tan oscuras
en mi casa paz y amor
y “El Caso” para el salón,
llenando de sepulturas
el plasma televisor.
Porque humana condición
es en tiempos de grisura
y las habichuelas duras
encontrar cierta fruición
y consuelo a la amargura
convirtiéndose en mirón
del gore más español,
mirar por la cerradura
de la casa del terror.
Y mondongos y asaúras,
tipos de la catadura
del Carcaño y el Bretón,
o el Del Valle julandrón,
o el último figurín
del circo de la locura,
ese monje tan Shaolín
majareta en su impostura,
forofo del yang y el yin,
ridículo espadachín,
ese hortera mandarín,
chino de caricatura
que cree que Bilbao es Pekín,
y le pone la tortura,
o ese cubo de basura
del “porque era mía” matón
parece nos aseguran
de que hay por lo menos dos
que están, sí, peor que yo:
los padres de la criatura
y ese cacho de cabrón.


Texto e ilustración: Agustín Casado

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es cachondo y rocambolesco , pero larguísimo