sábado, 29 de junio de 2013

El rugido del Éufrates

El que, mordiéndose la lengua, se tragó a borbotones su rastro efímero en la arena, y, blandiendo una espada hecha de esquirlas de luna al hielo vivo, grabó sobre la piel de la resaca, un epitafio en forma de poema. Aullaba aquella noche el mar como alma en pena, como una bestia atada a las cloacas. Pero el silencio, tierra adentro, rompía con estrépito en las cuencas vacías de las lápidas sin nombre. Apenas hubo tiempo para la evacuación, pero las ratas escapaban, degollando la rosa de los vientos. La quimera espantosa devoradora de hálitos tenía nombre de cántico y apellidos de auroras y cosechas castradas. Era el Armagedón, el fin del postrer héroe de leyenda.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estos temporales no son del lánguido y soporífero verano andalú