lunes, 3 de junio de 2013

Posoperatorio

Entre mi SMS sin respuesta
y mi ulterior llamada rechazada
–qué incertidumbre, espanto;
llegué incluso a ponerme en lo peor–,
me dicen que un infarto
–¡que no haya sido, dios, que no haya sido ella!–
acabó de manera fulminante
con el bueno de Ignacio.
Puede haber sido yo.
Pude haber muerto sin saber
que estabas bien ni, para mi fortuna,
cuánto me despreciabas.

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