lunes, 3 de marzo de 2014

Milonga de las ciudades revolucionarias (Cap. 1): Shangai (Carlos Parejo)


Capítulo 1. La ciudad china de Shangai durante la revolución cultural (año 1964)

Parte primera

La banda sonora de la urbe comienza cada día con las consignas que repiten los altavoces del partido situados casi en cada esquina: “Buenos días camaradas, no olvidéis la lucha de clases”.

Salgo a la calle y el retrato gigantesco del amado y carigordo líder Mao me da unos mudos buenos días. Al llegar a la plaza siento que sigue vigilándome desde los doce metros de altura de su estatua. Frente a la parada de autobús están escritas sus instrucciones máximas en sendos murales que llegan a una altura de dos pisos: “Los reaccionarios son tigres de papel”. “Viva la propiedad pública”.

Casi todos los ciudadanos chinos vestimos holgados y asexuados uniformes de algodón en color azul, tanto hombres como mujeres. Y los de la “Joven Guardia” portan gorros y brazaletes rojos como distintivo. Los camaradas del partido detienen frecuentemente a aquéllos que se atreven a vestir prendas ceñidas y de colorines o llevan pelos largos, acusándolos de “contra revolucionarios burgueses”.

Mi oficina se encuentra en una calle principal, cuyas aceras han sido pintadas de rojo en honor de nuestro “Gran Timonel”. Al fichar en el registro he de levantar el “libro rojo” con la mano izquierda, mientras vuelvo a saludar con una inclinación de cabeza el retrato de nuestro omnipresente líder espiritual. Después, como el bloque de oficinas sólo tiene cinco pisos hay que subir a pie, pues el país debe ahorrar la energía que gasta un ascensor.

Parte segunda

Hoy es día festivo en Shangai y a los ciudadanos chinos nos permiten practicar “tai chi” en el parque vecinal; eso sí, mientras escuchamos canciones patrióticas y una vez leído grupalmente el “libro rojo”.

La mayoría de los libros y músicas extranjeras están prohibidos. Y es que Shakespeare era un feudalista y Beethoven un burgués decadente. Y si la falta de esas distracciones te deprime, puedes ir a un acupuntor que te arregle los nervios, nada de psicólogos ni psiquiatras, que son oficios contra revolucionarios y perseguidos.

A la hora de la sobremesa todos los vecinos del barrio nos hemos trasladado a los refugios antiaéreos de la manzana correspondiente, para estar preparados cuando ataque el adversario imperialista. Aún no sabemos si será americano, ruso, indio o británico.

Después hemos colaborado con los de la “Joven Guardia Roja” en una visita a los registros de delincuentes de la puerta de Correos, por si podíamos aportar alguna delatoria traición. Y, para acallar nuestras conciencias, nos hemos ido a la taberna comunal a embriagarnos con aguardiente de arroz.

(¢) Carlos Parejo Delgado

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