lunes, 31 de marzo de 2014

Recuerdos de adolescencia (1): Aquel verano de los años cuarenta (Carlos Parejo)


Cuando sonaba la oración de la tarde debíamos dejar de jugar al tejo o al elástico y saludar brazo en alto al modo fascista. Si habíamos salido al centro de la ciudad nos colgábamos de la parte trasera del tranvía, único método de viajar aireadas. Y, sobre todo, sin pagar ya que nos tirábamos en marcha a la acera cuando veíamos llegar al cobrador.

Si paseaba en mi bicicleta por el barrio y daban las diez de la noche, inapelablemente debía sacarle la cadena a la pobrecita y aparentar una avería. Si no tenía esta buena excusa preparada, mi madre tardaría poco en aparecer y darme unos grandes y dolorosos pellizcos mientras me conducía a casa.

De ellos no me libré en la caseta de Feria. Mis amigas habían buscado seis parejas para salir a la pista y bailar pegados al son de la orquesta. El Cardenal Segura había prohibido expresamente estos bailes y era una temeridad. Lo que no contábamos es que la orquesta iba a dejar de tocar súbitamente para nosotros. Todas las miradas se clavaron entonces en la pista y ¡Cómo no¡ también la de mi madre. Si hubiera podido ser invisible entonces…

(¢) Carlos Parejo Delgado

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