lunes, 17 de noviembre de 2014

Escenas sevillanas (5): VIP (Carlos Parejo)

Manuel José Halcón y de Lastra saluda a los recién llegados con un flojo apretón de manos, tan correcto como su imberbe rostro. Tiene una máscara facial eterno-sonriente aunque distante y fría. Su estilo es convencional, tanto el de su pijo peinado de cabellos cortos y engominados con una raya perfecta, como el de su traje de chaqueta. Éste posee tan sólo dos ligeras variantes: Corbatas y camisas rosas y celestes para momentos alegres, y los tonos negros y azules marinos para días solemnes.

Manuel José contempla el mundo desde una especie de tarima o plataforma elevada y privilegiada, como diciendo mírame pero no me toques. Me explico. Le gusta ir –durante la Feria –en coche de caballos a la plaza de la Real Maestranza. Allí se instala en el mejor palco, desde donde observa panorámicamente el redondel, a la sombra y sin apreturas. Antes ha almorzado en un elegante y selecto restaurante. Ese local donde un portero con galones de almirante le abre la puerta y lo deja en los terrenos del maitre. Éste, mientras le habla con pulcro acento y usando disminutivos cordiales, le acompaña a la mesa ventanera. Es su mesa preferida pues tras los cristales tintados, se distrae criticando a la chusma viandante sin que le devuelvan miradas indiscretas.

Por las tardes conduce su altísimo vehículo todoterreno al club de campo para jugar al golf o montar a caballo. Después gasta las horas vespertinas en las animadas tertulias del club social. Todos hablan allí como espías secretos, sin elevar la voz y separando las vocales cuidada y perezosamente. Además, se esmeran en ir perfilando las frases con coletillas de lindezas y cortesías mil veces repetidas. Allí, un grupo de familias de renombre y sabor añejo amañan y conspiran matrimonios y recomendaciones para que abuelos, hijos y nietos se sucedan en el arte de manejar los hilos de la ciudad hispalense, al modo de Trajano y Adriano. Su propósito es ocupar los puestos claves del ayuntamiento, de los partidos políticos, de las principales empresas, de las entidades bancarias, de los ateneos, de las cofradías,….

Cuando anochece, Manuel José se despide del guardia de seguridad instalado en la garita de la barrera de control y mira de reojo la alta tapia encalada, cuyo borde superior está bordado de alambre electrificado. Esta tapia rodea todo el perímetro del club separando a su refinada concurrencia del resto del vulgo, o sea, la gente sevillana corriente y moliente.

(¢) Carlos Parejo Delgado


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