sábado, 13 de diciembre de 2014

El del pecho partido...

El del pecho partido
en dos pidió un deseo.
Era un deseo chico
como grano de polen o la luz de una estrella.
Pero la noche era de hielo y sangre coagulada
empedrando la bóveda que, antaño,
fuese de miel celeste,
y un enjambre de abejas antropófagas
devoraba las vísceras calientes del genio de la lámpara.
El de las manos ásperas
de tanto sacar brillo a lo imposible,
se echó a correr, entonces, huyendo de la nada.
Y atravesó montañas desnudas y desiertos
hasta llegar a un mar hecho de escamas
de plomo y huesecillos de alondras microscópicas.
Pidió almendras y vino de cerezas.
El cadáver del genio,
que ahora era una espiga calcinada,
le ofreció, compasivo, cenizas y una gota de vinagre.
Estallo la tormenta,
una tormenta seca sin truenos ni relámpagos,
que devoró los últimos
nidos de los jilgueros
y el recuerdo precario del rocío.
El que huyó de su sombra
suplicó, mendicante,
un sueño. Pero el genio,
que ya no era ni polvo sin historia,
en un acto postrero
de mágica ternura,
le concedió el olvido.

1 comentario:

Carlos dijo...

enigmatico poema al estilo de las mil y una noches pero más nihilista que un hilo negro