martes, 26 de abril de 2016

La maldición de Pandora


(Cuando cerró Pandora
la caja, en su interior
―nadie se llame a engaño—,
se mantuvo al acecho
no un bien sino el peor
de entre todos los males).

Dicen de la esperanza
que es un don, el apoyo
sobre el que caminamos,
cuando apenas nos quedan
otro sostén ni fuerzas,
en pos de la utopía.
Acaso así sucede
en ciertas ocasiones.
Pero, espada de doble
y contrapuesto filo,
existe otra esperanza
que, hija de la quimera,
no es más que dedo hurgando
con saña de verdugo
en la llaga incurable.
"Quien lo probó lo sabe".

Ilustración: Pandora, de John William Waterhouse

2 comentarios:

Carlos dijo...

Esperar y soñar, sostenes del alma humana

mailconraul dijo...

Finalmente, el tiempo del rebatimiento. Mientras dura la saña, si ya no hay consuelo en la herida, nos queda la esperanza de morir (pero el morir no es siempre buen morir). Otra cosa es entender a los verdugos y torturadores. Creo que Pandora se pilló los dedos cuando se dio cuenta que estaba escapando ese mal y trató de cerrar la caja).