lunes, 29 de agosto de 2016

De lo eterno

Va la entenebrecida de ojos claros
deambulando descalza
por un desfiladero de sal y fangonieve:
singladura sin vuelta hacia lo vacuo.
En sus pies lleva marcas de caminos antiguos.
Pero eran otros tiempos
en los que todavía no huía de sí misma
ni llevaba adheridos a la piel los parásitos
del eclipse y el verbo que nunca se hizo carne.
También huye de mí a regañadientes,
de mis ansias de luz,
del mapa sin leyenda de una utopía sin tiempo.
De súbito un relámpago ilumina el paisaje,
y una fragancia a lágrimas limpias anega el orbe
resucitando un sueño:
auroras boreales desafiando a las sombras.
La llamo y no responde. Pero se da la vuelta
y me mira: una ráfaga
de fuego azul me envuelve y me sorbe los labios.
Oh, qué dulce sería morir en este lapso
de magnolios en flor y abejas en la sangre.
Pero el trueno despierta con su aliento al invierno
que, sin misericordia, engulle los rescoldos,
y la entenebrecida
                                      persevera en su viaje.

2 comentarios:

Carlos dijo...

La entenebrecida es la vida sin grandes ilusiones y esperanzas que diría Dickens. La esperanza de un futuro mejor es la más potente luz para el ser humano

mailconraul dijo...

Una particular "Escalera hacia el Cielo"...