jueves, 20 de julio de 2017

Doblan por ti



"Any man’s death diminishes me,
because I am involved in mankind."
John Donne

Todo aquello que nace
ha de morir un día
y la vida no es más
que un accidente efímero
y, con sus parcas luces
y sus profusas sombras,
irrepetible y bello.
Y, más allá de en cuentos
y mentiras piadosas
urdidos al objeto
de poder conciliar
el sueño, nunca ha habido
luz alguna al final
del túnel. Sólo sombras.
El vacío. La nada.
Es por ello que el hecho,
por muy indeseable indeseable
que hubiese sido en vida,
de que cualquiera muera
en circunstancias trágicas
—asesinado, enfermo
de cáncer o malaria,
al caer de un andamio,
en una guerra, de hambre,
recibiendo en su sangre
el veneno de Estado
de una inyección letal
o porque ya no pudo
soportar por más tiempo
la miseria o el peso
de su conciencia—, nunca
debiera constituir
motivo de alegría.
Ningún hombre —lo dijo
John Donne— es una isla.
Pero si, más allá
de preguntar por quién
hoy doblan las campanas,
subes al campanario
y, alegre, las agitas
para hacerlas tañer
con acordes de fiesta,
no serás más que un árido
y execrable desierto.

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