miércoles, 12 de julio de 2017

Putin y las presidenciales a la Casa Blanca


Llevan ya unos meses los próceres del Imperio —tan dado a injerirse hasta las heces en los asuntos de estados soberanos de medio mundo, habiendo inspirado y hasta perpetrado, como colaborador imprescindible para su triunfo, un buen número de golpes de estado, y reducido a polvo y escombros, mediante bombardeos indiscriminados, países enteros—, muy preocupados con el asunto del posible apoyo de Vladimir Putin y la Federación Rusia a Donald Trump durante las elecciones presidenciales que lo llevaron a la Casa Blanca. Y no puedo dejar de preguntarme en qué habrán podido consistir esas presuntas injerencias. ¿Acaso miembros de los servicios secretos rusos se habrán infiltrado hasta el tuétano de la nación de las barras y las estrellas para dedicarse a fletar autobuses a objeto de conducir a un buen número de viejitos con la razón perdida a los colegios electorales de todos y cada uno de los 50 estados para hacerlos votar sin saberlo por el magnate neoyorquino? ¿Se habrán disfrazado de interventores y apoderados del Partido Republicano con la aviesa intención de introducir por todo el morro la papeleta del huracán rubio en el sobre de algún que otro elector despistado? ¿Habrán llamado por teléfono o ido a buscar a la intimidad de sus hogares a los votantes afines rezagados para que ejerciesen su derecho al voto por cojones? ¿O la injerencia, más que otra cosa —desconozco si hay alguna noticia acreditativa a tal respecto—, ha consistido en la participación del Ballet Clásico Ruso de Moscú en los actos de campaña del ya presidente electo de los Estados Unidos de Norteamérica? En cualquier caso, nada nuevo bajo el sol.

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