Las “Amazonas”, como las apoda un vecino, son un grupo de seis adolescentes que pasean la calle Alfarería cada atardecida veraniega. Van tocando ruidosamente las palmas que acompañan sus cantes por rumbas y sevillanas de siempre, y otras que se inventan de su propia cosecha. Y lo hacen muy desinhibidas, ya que van dando pequeños sorbos al whisky que atesoran las petaquitas de acero que cuelgan de sus cinturas, hasta quedarse todas en un estado de catarsis etìlica. Su aspecto es rebeldemente feo. Visten camisetas sin mangas muy amplias, cuyas inmensas aberturas laterales dejan entrever sujetadores de colores chillones. Sus pantalones cortos vaqueros les quedan ajustadísimos y están plagados de rotos y zurcidos. Los cabellos, alborotados, se los pintan - para que vayan a juego- del color del esmalte de sus uñas y de sus zapatillas deportivas.
Casi siempre se sienten como las “dueñas” de la calle. Pero hete aquí que se han topado de bruces con la pandilla de los “negros”. Estos cuatro muchachos, hijos de vendedores ambulantes, combaten la melancolía de su desarraigo con un comportamiento camorrista, gamberro y pendenciero, y tienen fama de “malas pulgas”. Al verlas, su “macho alfa” se ha puesto un dedo en la sien y ha comenzado a darle vueltas como quien ajusta un tornillo. Los demás chavales le han reído la gracia y las han mirado con desprecio como queriendo decir: “para chulos, nosotros”. Las “Amazonas” han enmudecido pero, tras dejarlos atrás más de una decena de metros, como heridas en su orgullo, han vuelto con su animado jolgorio. La muchacha más brava se ha atrevido a piropearlos: “imbéciles, tarados,…”. Los “negros” han respondido acusándolas de que “se entienden” entre ellas y que son “hijas de madres que practican el oficio más antiguo y vilipendiado del mundo”. La cosa no ha pasado a mayores. Cada uno por su lado hasta el próximo “choque de trenes”.
(¢) Carlos Parejo Delgado
No hay comentarios:
Publicar un comentario